Eran jóvenes. Ella, al menos, estaba enamorada. Los dos acababan de salir de la segunda guerra mundial. Isabel II y el duque de Edimburgo se casaron --se van a cumplir ahora 60 años-- en la abadía de Westminster de Londres. En este mismo lugar, unas 2.000 personas asistirán hoy a la ceremonia de acción de gracias, para celebrar las bodas de diamante de la pareja real.

El acto será retransmitido por la BBC, que ya el 20 de noviembre de 1947 difundió, por primera vez en directo, un enlace regio, seguido con devoción por los británicos. En plena posguerra, con la población hambrienta y sometida a los rigores de la cartilla, la escasez se dejaba sentir incluso en palacio.

Según revelan ahora documentos oficiales sobre las circunstancias que rodearon aquel matrimonio, la joven princesa recibió del Gobierno, como el resto de novias de la época, 200 cupones extra para el traje nupcial. Las británicas, generosas pese a la precariedad, inundaron con cupones suplementarios a la futura esposa, que hubieron de ser devueltos porque su intercambio era ilegal.

Algunos de los regalos reflejaban las necesidades del momento. Desde Australia llegaron, para la que cinco años más tarde sería coronada reina, 131 pares de medias de nylon, un tesoro con el que soñaban las mujeres de toda condición social. Con las medias venían 500 latas de piña en almíbar. El Instituto de Diseñadores de Ropa en Nueva York envió 25 vestidos nupciales, de los que 20 fueron repartidos entre otras prometidas. En la lista de 2.500 presentes figuraban artefactos tan prácticos, y entonces tan modernos, como un aspirador, una maquina de coser o un pelapatatas. El regalo de Gandhi, un paño de encaje para cubrir una bandeja, causó gran revuelo, al ser confundido con uno de los taparrabos que solía llevar el líder indio.

El banquete de boda se redujo a tres platos, eligiéndose la perdiz como estrella del menú, al no figurar en las listas de racionamiento.

Anoche el príncipe Carlos ofreció a sus progenitores un ágape, sin duda más abundante. El de sus padres es un matrimonio que pertenece a la vieja escuela, la última generación de cabezas coronadas, en la que el divorcio es impensable. Isabel II ha sobrellevado con disciplina y sentido del deber, para con la institución que representa, escándalos, crisis y las incontables infidelidades atribuidas al esposo consorte.

Hoy será el príncipe Guillermo quien leerá una dedicatoria a sus abuelos. Además, la actriz Judi Dench declamará un poema escrito para la efeméride y el arzobispo de Canterbury bendecirá al matrimonio.