El mito de Maria Callas, nombre artístico de Maria Kalogeropoulos (Nueva York, 1923), la más grande cantante lírica del siglo XX, no decae. Y coincidiendo con el 30º aniversario de su muerte, el Gran Teatro del Liceo de Barcelona, escenario en el que la Divina del bel canto actuó en 1959 en un recital con orquesta, acoge desde el pasado jueves la exposición María Callas y Swarovski. Joyas en escena, una recopilación de tiaras, pendientes, gargantillas y brazaletes con rutilantes cristales y perlas que la soprano llevó en sus actuaciones desde 1947 y hasta 1960.

Entre las piezas más espectaculares destaca una vistosa corona que la artista lució en la ópera Nabucco, en Nápoles en 1949, así como los collares con pedruscos rojos y blancos que llevó en La Traviata.

Las vitrinas que albergan las más de 50 piezas de bisutería y las respectivas fotografías de la época, donde la artista las luce ante el público, han viajado por medio mundo y ya se han expuesto en Milán, Florencia, Londres, Montecarlo, Buenos Aires, Tokio y Nueva York, siendo Barcelona la última parada de esta espectacular exposición.

PASIONES Y FOBIAS Esta colección que forma parte de la leyenda de la Callas fue producida por el orfebre milanés Ennio Marino Marangoni, y retornó al taller del citado joyero cuando en 1999 la adquirió la firma de cristal austriaco Swarovski. Las piezas reflejan los años de oro de la ópera y evocan leyendas que desvelan las pasiones y fobias que envolvían a aquella muchacha neoyorquina, poseedora de una voz privilegiada pero un físico poco atractivo a la que su marido, el industrial italiano Giovanni Battista Meneghini, se encargó de transformar hasta conseguir la figura que se ha perpetuado en la historia.

"Era descomunal la adoración que sentía Maria Callas por las joyas. No solo complementaban el vestuario y la escenografía, sino que eran todo un talismán", recuerda Rinaldo Albanesi, comisario de esta muestra que se podrá ver hasta el próximo 20 de enero. Y es que la prima donna por excelencia era muy supersticiosa: los abalorios con los que se acicalaba para actuar eran sus amuletos de la suerte. De hecho, trasladaba en una maleta su "gran y particular tesoro".

Su marido, el hombre al que abandonó por Aristóteles Onassis, para complacerla, cada vez que interpretaba un nuevo papel le regalaba una joya de gran valor. Ella misma lo decía: "Una diva, además de cantar e interpretar, ha de ser una diosa en la vida cotidiana".

Las hermanas Tamara Falcó y Chábeli Iglesias fueron las encargadas de amadrinar el pasado jueves la inauguración de esta exposición, llamada Maria Callas y Swarovski . Las dos hijas de Isabel Presley asistieron después a la ópera Aída. Las jóvenes hablaron de las próximas navidades con su madre, Isabel Preysler. Las hermanas contaron que estas fiestas se reunirán los hermanos en casa de Isabel.