Como muchas otras tendencias, la reconversión de marcas clásicas en rasgos de absoluta modernidad se inició en Londres. Por las calles de la capital británica empezaron a desfilar hace más de un lustro jóvenes con los logos de algunas firmas que entonces parecían prohibidas a menores de 40 años. Desde allí, el nuevo posicionamiento de estas casas se extendió a otras capitales. De ese relanzamiento ha sabido sacar partido la firma francesa Lacoste, que ayer abrió en Nueva York la celebración de sus 75 años de historia convertida en una marca cool.

Aunque nunca ha dejado de vender millones de unidades de su popular polo L1212, ha cumplido tres cuartos de siglo en plena forma gracias al olfato de sus responsables para prolongar en la pasarela el efecto lifting que empezó en la calle.

La firma mostró ayer en la carpa de Bryan Park su colección para la temporada primavera-verano. El recinto se llenó de miles de cocodrilos impresos en camisetas, pantalones y deportivas. Sobre la pasarela pudo verse la última línea diseñada por Christophe Lemaire. Este excolaborador de Yves Saint-Laurent es el director creativo de Lacoste desde el 2000. Lemaire recuperó el espíritu veraniego del País Vasco francés y los aires de Biarritz.

La indumentaria de los jugadores de pelota vasca, por ejemplo, le sirvieron para abrir un desfile que podría haber empezado al ritmo de un aurresku. Los modelos llevaban alpargatas y fajines rojos en la cintura. Después aparecieron las reinterpretaciones del tradicional L1212.

Los polos pierden el cuello y cambian botones por cremalleras y velcro. Se ciñen al cuerpo del hombre con el uso de la licra y adquieren ligereza e incluso transparencia.

Otra de las apuestas seguras de la colección son los minivestidos de tenis para mujer, que pueden servir para jugar un partido de dobles a plena luz del día y para bailar hasta el amanecer en el podio de una discoteca ibicenca.