El libro de bolsillo, como las minifaldas o las chanclas, se hace más visible en la temporada más calurosa. Esa es la primera impresión, la apariencia superficial, pero dicha presencia es tan solo la punta de lanza de una consolidación relativamente reciente que ha cristalizado con fortuna en la edición en castellano, que los editores tienden a situar en los últimos seis o siete años y a la que, ahora, le ha tocado la dura tarea de lidiar con la crisis económica.

Lento, pero seguro, el formato bolsillo ha dejado de ser el hermano pobre del negocio editorial para consolidarse como uno de sus más importantes pilares. Según cifras de la Federación de Gremios de Editores de España, el bolsillo supone el 9,1% del conjunto de 70.520 títulos editados el pasado año, y representa el 12% de las ventas totales. Este tipo de libro manejable y barato, que tanto aprecio ha despertado tradicionalmente en los mercados europeo y norteamericano, no lo ha tenido fácil para hacerse un hueco importante en las librerías españolas. Para Núria Cabutí, directora de la división Bolsillo de Random House Mondadori --con 1.800 títulos en su catálogo--, la incidencia del formato está en relación con una sencilla equivalencia: "Los países con mayor índice lector y los que cuentan con un público lector más joven son los que tienen un mercado más normalizado con respecto al libro de bolsillo. Por eso aquí hemos tardado más".

CONSUMO ESTACIONAL Si un adjetivo está en sintonía con el libro de bolsillo es el de veraniego. Su portabilidad, bajo precio y ,por lo tanto, el que pueda ser considerado un objeto de usar y tirar favorecen su consumo estacional. En Ediciones B, que ha elaborado un estudio de mercado sobre el tema, lo certifican. "Hay gente que los compra de bolsillo a modo de prueba y luego, si el libro les ha gustado, lo adquiere en formato más caro", advierte Marta Rossich, responsable de un área que supone el 30% de la producción total del grupo. "Además, el lector adquiere con respecto al libro de bolsillo una relación más cálida, ya que es un volumen se lleva encima, que se presta e incluso se subraya".

¿El libro de bolsillo está mandado a ser el salvador de la industria editorial, tal y como predecían muchos editores a principios de este año? En pleno verano y, supuestamente, con viento a favor, se puede decir que no es así.

Según los datos Nielsen --esos informes que encargan las editoriales y que dan cuenta de las ventas reales--, el bolsillo ha sufrido en el primer semestre del año un retroceso del 6,9% frente al aumento del 3,5% de la novedad en rústica o tapa dura. Esto es así porque el mercado cada vez más se apuntala en una serie de best-sellers incuestionables que han hecho que la crisis --ya reconocida abiertamente por todos en el sector-- se cifre en un receso del 1,5% respecto al total de facturación. El abismo se abre entre los más vendidos --Larsson, Falcones, Giordano, Follett y demás-- y el resto de las novedades, incluido el bolsillo. Valeria Ciompi, editora de Alianza Editorial --un sello emblemático y pionero en España del formato, ya que en cierta forma recogió el testigo de la mítica colección Austral con la voluntad de dirigirse a un público menos especializado y más amplio-- constata que la facturación real tampoco revela la verdadera tendencia de los compradores. "Lo que apreciamos es un aumento en las devoluciones de los libreros, que son la parte más débil de la cadena y no se atreven a tener demasiados libros en estoc".

Quizá el modesto libro de bolsillo no sea la panacea editorial para sortear la crisis, pero parece claro que se ha ganado un lugar de honor en librerías y bibliotecas.