Al final no han sido suficientes ni las pruebas presentadas por sus abogados ni los testimonios de los testigos que han desfilado en los últimos días por los tribunales de Los Angeles. El juez Michael Pastor confirmó ayer que existen evidencias más que suficientes para seguir adelante con el juicio abierto por la muerte de Michael Jackson hace un año y medio contra el doctor Conrad Murray, el médico que atendía al rey del pop meses antes de su trágico fallecimiento.

Considerado desde un primer momento como un caso de homicidio involuntario, el equipo de abogados encabezados por Michael Flanagan que contrató el médico se pasó los últimos seis días tratando de convencer al juez Pastor de que su cliente era inocente argumentando que fue el propio Jackson quien, aprovechando un descuido del médico, se inyectó la dosis letal de propofol que acabó con su vida en la fatídica mañana del 25 de junio del 2009.

Aunque oficialmente nunca se han atrevido a mencionar directamente la palabra suicidio, los fiscales encargados del caso aseguran que esa es la hipótesis que manejan los letrados de la defensa, que aseguran que el doctor Murray llevaba meses administrando al cantante de Thriller una dosis diaria de calmantes y sedantes para combatir sus problemas de insomnio, e insisten una y otra vez que así fue el día de su muerte, pero que fue Jackson quien se inyectó una segunda dosis del potente anestésico, lo que le mató.

Con algunos de los familiares de Jackson presentes en la sala, incluida su hermana Latoya y su hermano Randy, el juez Pastor confirmó finalmente que el juicio contra el médico debe seguir adelante. Murray, que está desde hace varios meses en libertad bajo fianza aunque no puede ejercer la medicina porque su licencia está suspendida, se enfrenta ahora a una posible condena de hasta cuatro años de cárcel en caso de que sea encontrado culpable por la muerte del rey del pop.