Como surgidos por generación espontánea, los agentes de la Guardia Civil, la Policía Nacional y el servicio secreto de EEUU brotaron ayer en los alrededores del hotel Villa Padierna, donde hoy se espera la llegada de la mujer del presidente de EEUU, Michelle Obama, y su hija pequeña, Sasha. Junto a ellos, cientos de periodistas y paparazis empiezan a apostarse en las zonas de acceso buscando un lugar desde el que captar la foto. Las fuerzas de seguridad han demostrado una discreción extraordinaria desde la semana pasada, cuando empezaron a revisar las instalaciones del hotel y a peinar la Costa del Sol. La vigilancia era más intensa en la zona de las villas del hotel, en la que los servicios secretos han decidido instalar a la primera familia norteamericana. Las Obama disfrutarán de casi 300 metros cuadrados de la residencia, incluida piscina privada, mayordomo y acceso directo a un campo de golf. Posiblemente en su interior celebren la cena especial que, según algunas fuentes, han encargado para esta noche, casualmente la fecha en la que Barack Obama cumple 49 años. Aunque desde primera hora del martes la seguridad era ya patente por todo el recinto, por la mañana todavía era posible acceder al edificio principal del Villa Padierna, que ha colgado el cartel de "completo" estos días. El cambio llegó por la tarde. "Desde este momento ya no pueden estar por aquí", informaban los agentes a los periodistas y curiosos que todavía pululaban por las zonas comunes y que se veían a la legua entre los clientes del hotel, habituados a moverse entre tanto lujo.