Tienes que llamarte Paris Hilton para presentarte una hora tarde a tu cita con la prensa, lograr que se paren todas las cámaras en mitad de un posado porque quieres retocarte el brillo de los labios allí mismo, frente al espejo de una puerta, y que el personal no solo no proteste, sino que aplauda rendido ante tamaña demostración de poderío y glamur. Dicen que Coco Chanel susurró: "Así se muere", y dio su última exhalación. Es poco probable que la Hilton --quien se presentó ayer a sí misma en Madrid como "una empresaria y una marca"-- alcance jamás el tacón de la diosa de la elegancia, pero la rica heredera dejó claro por qué es uno de los iconos mediáticos del planeta. Una sonrisa suya bastó para acallar las quejas e iluminar los flases.

LA RED KETEKE Embutida en un colorista vestido cruzado de punto, Paris Hilton apareció por el hotel donde debía dar comienzo a su ajetreada agenda del día. Por la mañana, fotos y entrevistas. Las cámaras estaban autorizadas a perseguir la marca del tanga dibujándose en su ceñido vestido (hacen álbum la cantidad de fotos que circulan por la red donde aparece de fiesta sin ropa interior), pero nada de preguntarle por su vida privada. A media tarde tenía un encuentro con ejecutivos de Telefónica, la empresa que la ha fichado para bendecir el lanzamiento de keteke, una red social en internet. Y por la noche, cena con Berto, el colaborador de Buenafuente que ha resultado vencedor en el concurso que formaba parte de la campaña publicitaria, cuyo premio consistía en compartir con ella una velada.

La hoja de ruta era intensa, pero a lo largo del día solo se le vio torcer el gesto cuando un reportero le mostró un condón y le preguntó si sabía para qué servía. Hilton interrumpió su charla con los periodistas y se ausentó de la sala, donde volvió más tarde sin disimular su disgusto: "La gente tiene una idea muy equivocada sobre mí", había dicho minutos antes.

Aunque venía en misión publicitaria, aprovechó la visita para dejar claro que sus preferencias hacia España pasan por "Ibiza, Barcelona y la comida", por este orden, y se atrevió a recomendar su receta para hacer frente a la crisis: "Hay que vestir con colores vivos y no parar de sonreír, como hago yo", dijo.

Pero su mayor preocupación parecía consistir en que el mundo deje de rebuscar en la díscola fama que la precede y empiece a verla como la mujer de negocios que ya presume ser. "Tengo dos discos, he lanzado un perfume, deseo tener mi propia compañía hotelera. Soy la prueba viviente de que las rubias no somos tontas", afirmó, sin dejar de buscar con el rabillo del ojo un espejo donde mirarse. Sabe que su principal empresa es ella misma.