En la niñez de Carlos Labbé, bajo la dictadura de Augusto Pinochet, no había desaparecidos ni asesinatos, sólo algunas protestas y muchas películas, explica el escritor, cuya novela Navidad y Matanza reúne a un adolescente y su chófer, a siete científicos en busca de la fórmula de la droga "el éxtasis del odio" y a un periodista que investiga la desaparición de dos hermanos.

--¿Su infancia son recuerdos de un dictadura?

--Claro que no. Hay recuerdos de opresión, por supuesto, pero lo que más hay son momentos con mi familia, mis amigos del barrio o en la soledad del campo. Aunque pensándolo bien, veíamos bastante televisión.

--¿Ningún disturbio?

--La tranquilidad del Santiago de mi infancia (o su timidez) tres veces fue azotada por protestas, incendios, murmullos radiales, bombazos y cortes de luz. El resto son los bombazos de los filmes que llegaron en cantidades industriales desde entonces.

--En España se debate ahora sobre la memoria histórica. ¿Qué hay que revisar de la memoria del Chile de Pinochet?

--Parte de la estrategia de Pinochet fue establecer una cultura popular alejada de las calles, que fuera puertas adentro: la televisión. Siempre le pregunto a los chilenos ancianos si siempre fuimos tan introspectivos y me dicen que sí, antes de Pinochet, del esmog y de los 60. Y la literatura es siempre una introspección.

--Y su literatura, ¿cómo reacciona a aquellos años?

--Esos recuerdos de infancia están ahí, esa intempestiva posibilidad de una bomba, sobre el fondo del Chile de la transición, de los noventa y de ahora, hedonistas y vacuos. No sé si es más traumática la violencia política o la corrupción económica de los gobiernos democráticos posteriores.

--Imposible armar en un par de líneas la trama de Navidad y Matanza.

--Es una novela que rechaza la simplificación. Lo honesto es decir que no hay novela de una sola trama, y que la linealidad es patrimonio de los publicistas corporativos, esa lacra; no es lo mismo complejidad que complicación.

--Al lector le obliga a leer del derecho y del revés.

--El lector es más inteligente que el que escribe, siempre, a menos que de verdad no lea el libro que dice leer. En Diccionario Jázaro , Pavic muestra cómo la primera lectura --la de los textos sagrados-- nunca ha sido unidireccional.

--Editar en España se ha convertido en un "mito".

--Para las facciones más provincianas de la prensa capitalina en Latinoamérica es, más que un mito, una mentira sagrada desde la cual edificar rápida y fácilmente figuras que no nos afecten, porque son lejanas.