Uno es el arquitecto estrella, mundialmente reconocido y galardonado. El otro es el poderoso príncipe de Gales. El primero defiende la vanguardia y la libertad de creación. El segundo apuesta por un clasicismo conservador armónico y sabe cómo imponer sus deseos.

Richard Rogers y Carlos de Inglaterra libran una guerra que acapara los titulares de los medios británicos desde hace semanas y que ahora ha entrado en el terreno del debate constitucional. El diseñador del Centro Pompidou en París y de la T-4 en el aeropuerto de Barajas ha pedido la creación de una comisión de expertos para definir las competencias del heredero al trono. Lo solicita como víctima de la intervención directa del príncipe contra uno de sus proyectos, que ha sido cancelado. "¿Vamos a permitir que la realeza nos imponga qué es el arte moderno?", se preguntaba en la BBC, al ver su trabajo y el de su equipo barrido de un plumazo regio.

TEMORES CONFIRMADOS El pasado viernes por la noche, Rogers recibió en sus oficinas al lado del Támesis una llamada telefónica que confirmó sus temores. Un representante de la familia real de Qatar le comunicó que el plan de remodelación de los cuarteles de Chelsea, que estaba a punto de ser presentado a las autoridades locales de Westminster y en el que llevaba trabajando más de dos años, pasaba a mejor vida. Se esfumaba así la construcción de 550 apartamentos, de acero y cristal, en uno los barrios más lujosos de Londres. Días antes, Carlos de Inglaterra había escrito una carta a la familia real de Qatar, "en el mejor estilo feudal", según un dirigente laborista, pidiendo que reconsideraran la aprobación del proyecto del arquitecto, al que detesta. ¿No podría elegirse algo más moderado?, sugirió el príncipe. Quilan Terry, un diseñador neoclásico, sería según él, una elección mucho más adecuada.

La injerencia del príncipe mereció una carta pública de condena que firmaron los más grandes de la profesión, como Norman Foster, Renzo Piano, Jacques Herzog, Zaha Hadid y Pierre de Meudon. "Cualquier persona que utilice el poder que tiene a causa de su nacimiento está rompiendo un acuerdo constitucional", afirma Rogers, que añade: "No está en la ley. Tiene que ver con un acuerdo constitucional y con la confianza que existe en nuestra sociedad acerca del papel que tiene la gente que ha recibido el poder de esa manera".

POR TERCERA VEZ Desde The Times , el profesor de la Universidad de Oxford Vernon Bogdanor niega que lo hecho por el príncipe de Gales sea anticonstitucional. Pero reconoce que, una vez rey, Carlos deberá someter cualquier comentario público a la opinión previa del Gobierno.

Esta es la tercera vez que el príncipe tira por tierra uno de los proyectos de Rogers. Ocurrió en 1987 con la reconstrucción de Paternoster Square, junto a la Catedral de St. Paul. Más tarde evitó que Rogers realizara la reconversión de la Royal Opera House.