Once días después de que La Zarzuela confirmase el "cese temporal" de la convivencia matrimonial de los duques de Lugo, la infanta Elena retomó ayer su agenda oficial para inaugurar un hospital que lleva su nombre en la localidad madrileña de Valdemoro. Nada en su actitud dejó entrever cómo ha afectado este revés en su vida personal a su estado de ánimo. Fue un acto más, como los cientos que ha presidido hasta ahora, en el que, en todo caso, respondió más afectuosamente a las muestras de cariño de los ciudadanos.

Casi no dejó una mano por estrechar, mientras los vecinos de los pueblos del suroeste de la comunidad, provistos de cámaras y teléfonos, buscaban la imagen del momento. "Qué bien está con lo mal que lo debe estar pasado", se mostraba comprensiva una mujer apostada al tibio sol de una fría mañana madrileña.

Vestida con un traje de chaqueta pantalón beige, Elena fue recibida por la presidenta de la Comunidad, Esperanza Aguirre, con una reverencia, la primera de las tres o cuatro que le dedicó mientras se lo permitió el acto protocolario. Darle el nombre de la infanta a un centro médico, dijo Esperanza Aguirre, "viene a subrayar el constante compromiso de los miembros de la familia real con los más necesitados". Y aprovechó la ocasión para colocar el mensaje político de expresar su "lealtad" a la Corona, "máximo símbolo de la unidad y de la continuidad histórica de nuestra nación".