La primera en llegar es Anna Miralles; luego Patricia Ferrer y apresurada lo hace Cae Piñol. Empieza la charla. Café con hielo, cortado, café solo. Hace una semana, las tres accedieron a participar en una charla entre mujeres, entre madres, con una pregunta inicial: "¿Siguen siendo un tabú estar unos días de vacaciones sin los hijos?". Las tres son mujeres emprendedoras, madres y divorciadas. En el mail, las tres explicaban que, pese a lo que se dice en voz alta, estar unos días sin los hijos es "saludable".

El tabú de decir en voz alta que la madre es mujer, persona y que necesita tiempo para ella sigue vigente en el 2009. Si se avecinan las vacaciones, el juego es de bolillos: gestionar tiempo, dinero y cuadrar agenda con el padre. No es fácil.

Anna: Hay una sobredimensión de la maternidad. A partir de que eres madre, te ven solo como madre. Siempre tengo que justificar que sin la niña estoy bien.

Patricia: Socialmente te dicen que tienes que estar con los hijos y tienes que sentirte mal si no es así. Mi hijas son adolescentes, pero cuando eran pequeñas sentía que me gustaba estar sin ellas y que eso me generaba un sentimiento de culpa. En casa, yo soy cocinera, maquilladora, psicóloga y además trabajo. Cuando no están, soy otra.

Cae: Este verano estaré 15 días en Barcelona con las niñas trabajando; en agosto, 15 días sin las niñas y me voy a Mallorca. Luego, con ellas al pueblo de mis padres. En julio, he estado 15 días sin ellas y he recuperado la vida social.

P: Yo creo que las cosas han cambiado. Me separé en 1999 y pareciera que ha pasado un siglo. Entonces cuando pedías compartir el tiempo con el padre, te decían: "¿Qué pasa con esta madre que no quiere estar con sus hijos?". Ahora es diferente. Claro que sigue pareciendo que la madre no tiene vida propia.

A: Yo estoy en un rol de maternidad sola. Me separé cuando mi hija tenía un año y tiene 3. El primer fin de semana sin ella lo pasé muy mal; ahora voy gestionando las vacaciones con su padre, cuadrando horarios.

C: En diciembre, me fui a Marruecos con unos amigos. Era la primera vez que me iba sin ellas. Aluciné porque hasta el momento en que tenía que llamarlas, no me acordaba de ellas. Esto puede parecer un poco de madre desnaturalizada. Hasta yo misma me preguntaba: "¿Cómo puede ser que esté disfrutando?". Te sorprende no estar pensando en ellas.

P: El 28 de julio yo me voy a Chicago casi tres semanas a ver una amiga. Ellas se van con su padre y no me preocupan porque están con él.

A: Yo soy maestra. En julio, nos repartimos los días por semanas y en agosto, por decenas. En agosto, me voy 10 días a Fuerteventura con ella. Me quedarán 10 días colgados en agosto sin ella. Aquí se abre una pregunta: ¿Con qué me gasto el dinero, con la niña o sin la niña?

El tema es un tabú. Por un momento, se hace un silencio en la mesa de las tres madres separadas. Lo rompe Patricia.

P: Yo he tendido siempre hacerlo con las niñas.

C: Este es el primer año separada y este verano casi toda la inversión la he hecho en mí misma. No me siento culpable.

P: El primer año yo recuerdo que también lo hice así. Lo bueno de tener hijas adolescentes es que ellas entienden que tienes derecho a tener tu vida.

La charla se acaba. Las tres se levantan. Poco a poco han de ir recuperando el rol de mujer, de madre, de trabajadora. Anna se va a recoger a su hija. Cae tiene trabajo en su casa. Patricia aún sigue hablando un rato.