Veinticuatro países, 404 millones de habitantes, 3,6 millones de kilómetros cuadrados en los que ya no hay que sacar el pasaporte. De Portugal a Estonia y de Grecia a Finlandia, sin fronteras. La Europa unida dio la pasada medianoche un paso adelante de alta carga simbólica con la supresión de los controles fronterizos terrestres y marítimos --los aéreos durarán hasta el 30 de marzo-- con nueve de los 10 países adheridos a la UE en el 2004: Polonia, Hungría, la República Checa, Malta, Eslovaquia, Eslovenia, Estonia, Letonia y Lituania. Falta Chipre, que pidió una moratoria, y Bulgaria y Rumanía, que se incorporaron a la Unión este año.

El nuevo espacio Schengen no solo facilitará los viajes, el comercio y la vida de millones de europeos. Simboliza poderosamente la unificación europea, ya que supone la caída de las últimas barreras físicas con los países de Europa central y oriental que pertenecieron al desaparecido bloque soviético. Por eso está siendo celebrado por todo lo alto, desde ayer hasta el sábado, con fiestas populares en las diversas fronteras y la participación de las primeras espadas de los países implicados y de la UE.

LOS TEMORES La apertura de fronteras ha sido posible tras la implantación en esos nueve países de una versión mejorada del fichero informático común de datos policiales SIS y otras medidas compensatorias. En palabras del canciller austriaco, Alfred Gusenbauer, desde anoche Europa es "más estable y segura". Aunque, precisamente, los únicos peros tienen que ver precisamente con la seguridad: hasta un 75% de los austriacos y un 25% de los checos, por ejemplo, temen un incremento del terrorismo y del tráfico de drogas y de personas. El presidente del sindicato policial alemán GdP, Josef Seuring, afirmó ayer que la abolición de fronteras es "una invitación a los delincuentes".

NUEVA FRONTERA ORIENTAL En este sentido, Polonia --desde hoy el principal límite oriental de la Europa de Schengen-- afronta una nueva responsabilidad, para la que lleva años preparándose. Unos 10.000 funcionarios vigilan la frontera este polaca, tradicional vía de entrada de inmigrantes procedentes de los países de la antigua URSS y de Asia, sobre todo de Bangladés y Pakistán. Los expertos la consideran más importante incluso que la del sur de Europa.

Así, en la denominada frontera verde , la zona boscosa que separa Polonia de Ucrania, las mafias locales cobran 2.000 euros a los desesperados por cruzarla por peligrosos senderos de montaña. La mayoría de los que logran pasar siguen camino hacia otros países europeos que ofrecen mayores oportunidades.

En cualquier caso, los primeros efectos positivos son evidentes, por ejemplo, en la República Checa, donde poder cruzar territorio austriaco o polaco evitará amplios rodeos; y también para las numerosas familias repartidas a ambos lados de la frontera entre Polonia y Alemania, así como entre Austria y Hungría. Asimismo, los viajeros de terceros países podrán circular por los 24 estados con un único visado.