Si la cara es el espejo del alma y Yasir Arafat la imagen y el símbolo del pueblo palestino, el rostro enfermo y agotado del veterano rais habla por sí solo de la crisis en la que se encuentra inmersa la Autoridad Nacional Palestina (ANP). El primer ministro, Ahmed Qurei, alias Abu Ala, comunicó ayer a Arafat su deseo de dimitir en medio de varias batallas: la suya propia con Arafat por el control de los servicios de seguridad, la de los miembros de Al Fatah por ser ministros del Gobierno y la de la clase política palestina por ganar posiciones.

Y es que el enésimo pulso de poder en la ANP se produce cuando dos espadas penden muy cerca del cuello de Arafat: el obvio deterioro de su salud y la sensación de que la amenaza israelí de deportarlo puede estar muy cerca de cumplirse. Por ello, muchos analistas consideran que las dificultades con las que se encuentra Abu Ala para formar Gobierno obedecen más a una clave sucesoria que a un rechazo a su figura.

Después de una caótica mañana en la que la sesión parlamentaria que debía aprobar el Gobierno de emergencia que el martes juró su cargo ante Arafat fue suspendida sin fecha, Abu Ala comunicó en una carta escrita a mano a Arafat su deseo de dejar el cargo de primer ministro, según informaron fuentes palestinas, que añadieron que el hecho de que la carta no fuera redactada en papel oficial implica que técnicamente Abu Ala no ha presentado su dimisión.

MECANISMO DE SEGURIDAD

Abu Ala ha tropezado con la misma piedra que su antecesor, Abu Mazen: la negativa de Arafat a entregar todo el poder de los mecanismos de seguridad al ministro del Interior, en este caso Nasser Yussef, quien no juró su cargo y quería que el Consejo Legislativo (parlamento) aprobara el Gobierno para sentirse así legitimado en su gestión. Por otro lado, Abu Ala se ha visto sometido a grandes presiones de diputados para ser ministro, de ahí que incluso se planteara que el Gobierno lo formaran 24 personas.

La discusión se zanjó con la decisión de Arafat de nombrar por decreto un Gobierno de emergencia. Ante el desconcierto general, la sesión parlamentaria que debía votar la moción de confianza se suspendió. Según varios diputados, es muy probable que de haber habido votación Abu Ala no la hubiera ganado.