A pocos meses de las elecciones, Tony Blair perdió ayer a uno de sus grandes aliados en el Gobierno al aceptar la dimisión del ministro de Interior, David Blunkett.

Después de varias semanas de íntimas revelaciones sobre su vida privada y sospechas de un posible abuso de su posición, Blunkett renunció tras conocerse la existencia de un correo electrónico que confirma el tratamiento urgente dado por los funcionarios de su departamento a la solicitud de visado de la niñera filipina de su examante. Destrozado, el ya exministro insistió en que no hizo "nada equivocado", pero reconoció que las dudas sobre su integridad estaban dañando al Gobierno.

Blair tuvo palabras de elogio para Blunkett, al que se refirió como "una fuerza positiva en la política británica que deja el Gobierno con su integridad intacta". Charles Clarke, hasta ahora ministro de Educación, se hará responsable de la cartera de Interior.

A pesar de que se esperaba, la salida de Blunkett causó una fuerte conmoción entre los británicos. Concluye así, al menos de momento, la carrera del que muchos consideraban como un candidato con posibilidades para el puesto de primer ministro. La desgracia de Blunkett, uno de los políticos más sólidos del laborismo, comenzó con un desengaño amoroso en agosto.

Su amante durante los últimos tres años, la estadounidense Kimberly Quinn, casada y directora de la revista The Spectator , dio por terminada la relación a finales de verano. Quinn es madre de un niño de tres años y está embarazada de otro; Blunkett reclama la paternidad de ambos. Según dijo, las circunstancias le obligan a elegir entre su carrera y luchar por su hijo.