La campaña para los comicios locales y presidenciales en Irán se cerró a las ocho de la mañana de hoy (03.30 GMT), sin que haya quedado claro quien de los seis candidatos a gobernar el país es el favorito para ganar las elecciones.

Tanto los medios iraníes como algunos de los candidatos han apuntado que, en las votaciones de mañana, 14 de junio, ninguno de los aspirantes superará el 50 por ciento de votos, por lo que tendrá que celebrarse una segunda vuelta el 21 de junio, con los dos que más sufragios obtengan.

La campaña comenzó el 21 de mayo, después de que el Consejo de Guardianes, órgano religioso que supervisa la vida política de Irán, seleccionara ocho candidatos a la Presidencia entre 686 aspirantes inscritos y ha finalizado 24 horas antes de la apertura de las urnas, mañana a las ocho de la mañana.

El Consejo de Guardianes admitió como candidatos a cinco ultraconservadores principalistas cercanos al líder supremo, ayatolá Ali Jamenei, dos reformistas moderados próximos a los ex presidentes Akbar Hashemi Rafsanyani y Mohamed Jatami y un tecnócrata.

Fuera quedaron los dos principales oponentes al circulo de Jamenei, el propio Rafsanyani, cuya inscripción había levantado grandes expectativas entre los reformistas, y el nacionalista conservador Esfandiar Rahim Mashaei, principal asesor del actual presidente, Mahmud Ahmadineyad, cuya corriente quedó excluida.

La lucha electoral quedaba así reducida, según los comentaristas, a una batalla dentro del sector duro del régimen islámico, con tres aspirantes más religiosos y políticos, Said Jalili, Ali Akbar Velayati y Gholam Ali Hadad Adel, que luego renunciaría, y otros dos más pragmáticos, Mohamad Bagher Qalibaf y Mohsen Rezaei.

Frente a ellos estaban dos reformistas moderados, el clérigo chií Hasan Rohani y el ex vicepresidente de la época de Jatami, Mohamad Reza Aref, que finalmente abandonó la carrera electoral para dejar a Rohani como candidato de consenso de ese sector.

Además ha acabado su campaña, el tecnócrata Mohamad Gharazi, que se mostró dispuesto a retirarse y apoyar a Rohani, pero aún no lo ha hecho.

En la campaña, han quedado claras las diferencias entre los reformistas y los ultraconservadores, en especial en política social e internacional, en concreto en lo relativo a la cuestión nuclear iraní.

Rohani ha defendido la redacción de un código de Derechos Civiles, la creación de un Ministerio de la Mujer y también una política exterior para "acabar con el ambiente de confrontación con el mundo", para poner fin al creciente aislamiento de Irán y acabar con las sanciones internacionales.

En el polo opuesto, el candidato conservador más radical, el secretario del Consejo Supremo de Seguridad Nacional, Said Jalili, propugna fidelidad al sistema islámico, defensa a ultranza del programa nuclear, resistencia ante "el enemigo" occidental y ha dicho que el lugar de la mujer está en su casa cuidando a sus hijos.

Mientras Velayati hacía una campaña similar, aunque con más guiños a la diplomacia, los otros dos ultraconservadores, Qalibaf y Rezaei, se han centrado en las cuestiones económicas.

En un régimen controlado por el poder omnímodo del líder supremo Jamenei y los militares del Cuerpo de Guardianes de la Revolución, encargados de la defensa del sistema islámico, es difícil que un candidato que no sea ultraconservador gane estas elecciones.

Pese a eso, los reformistas han unido fuerzas para tratar de forzar una segunda vuelta e incrementar sus escasas posibilidades, ya que, además, gran parte de su electorado está desencantado y difícilmente acudirá a votar tras lo sucedido en 2009, cuando ganó Ahmadineyad y se produjeron denuncias de fraude y protestas.

Mientras unos reformistas acuden a las elecciones, gran parte de este sector boicotea los comicios y reclama la liberación de sus candidatos de 2009, Mir Husein Musavi y Mehdi Karrubi, en prisión domiciliaria desde hace más de dos años, incomunicados y sin juicio.

El ayatolá Jamenei, junto al resto del clero chií que domina el régimen, y los militares han pedido una gran participación para legitimar el sistema islámico y también han advertido que no permitirán protestas como las posteriores a los comicios de 2009.

Los preparativos para la jornada electoral están listos y, mientras la Policía, los Guardianes de la Revolución y los milicianos Voluntarios Islámicos (Basij) han tomado medidas de seguridad y se han cerrado algunas fronteras, también se han limitado las comunicaciones, sobre todo por internet.

Con la oposición laica proscrita, el ala nacionalista islámica de Ahmadineyad marginada y los reformistas muy debilitados, estas undécimas presidenciales son los comicios más restringidos de la historia de la República Islámica, que en cada proceso electoral relega a más sectores del sistema teocrático y reduce su base.