Más de un año después de la matanza de 24 iraquís a manos de soldados estadounidenses en Haditha, el Ejército empieza a depurar sus responsabilidades. Ayer, en Camp Pendleton (California), el sargento de los marines Frank Wuterich, de 26 años, fue acusado con 13 cargos de asesinato por la matanza, en la que 10 de los muertos fueron mujeres y niños a los que se disparó a muy corta distancia. Otros tres marines también fueron acusados de asesinato, mientras que a un grupo de cuatro se les imputaron otros cargos. El escándalo salió a la luz por un artículo de la revista Time que forzó una larga investigación.

Wuterich, que era jefe del escuadrón que provocó la sangría tras la muerte en un atentado de un compañero, puede ser condenado a cadena perpetua si es declarado culpable de los cargos, que incluyen 12 por asesinato de individuos y uno de asesinato múltiple. El sargento ordenó a seis soldados "disparar primero y hacer preguntas después". Los otros marines acusados tienen edades entre 21 y 25 años.

Mientras, en Bagdad, el nuevo secretario de Defensa de EEUU, Robert Gates, se entrevistó con varios soldados norteamericanos de la base de Camp Victory. Los militares pidieron al nuevo jefe del Pentágono más refuerzos para hacer frente a la insurgencia. El envío de más soldados es uno de los asuntos de debate en la Casa Blanca, que diseña una nueva estrategia militar para Irak. El presidente, George Bush, dará a conocer el plan en enero.

Gates dijo que había hablado con los dirigentes iraquís sobre "una posible asistencia adicional" de fuerzas. Actualmente hay 140.000 marines desplegados en el país. Ayer, el alto mando informó de la muerte de 3 de ellos, lo que eleva a 71 los soldados fallecidos este mes y a cerca de 3.000 desde que estalló la guerra hace 3 años. Además, 15 personas murieron en dos atentados en Bagdad. El más mortífero tuvo lugar frente a una academia de policía.