Jacques Chirac falleció ayer a los 86 años tras una larga enfermedad. Su muerte ha conmocionado a Francia. Chirac lo fue todo: alcalde de París, primer ministro y presidente. Joven colaborador de Georges Pompidou, negoció con los sindicatos los acuerdos de Grenelle, en mayo del 68, que marcaron el punto de inflexión de aquella crisis. Él era de derechas, pero sabía hablar el lenguaje de las izquierdas: en su juventud repartió L’Humanité, el diario del PCF, en la calle Vaugirard.

En las presidenciales del 1974 traicionó a los gaullistas: apoyó al liberal Valéry Giscard d’Estaing frente al veterano Jacques Chaban-Delmas. Como recompensa, fue nombrado primer ministro, pero su idilio con Giscard se rompió dos años después. En 1976 fundó el RPR (neogaullista) y se refugió en la alcaldía de París (1977-1995). El ayuntamiento fue su cuartel de invierno y la caja de resistencia para alimentar la maquinaria del partido.

En sus años como alcalde puso en marcha una práctica de financiación irregular del RPR -los llamados «empleos ficticios»- que empañó su trayectoria, pues acabó siendo condenado. En marzo de 1998 el RPR se impuso en las legislativas, Chirac forzó la primera cohabitación con el presidente Mitterrand y fue nombrado primer ministro.

Duelo con Mitterrand

Dos años después, en las presidenciales de 1988, el presidente ganó la partida a su primer ministro. El momento clave fue el cara a cara televisivo de la segunda vuelta. Mitterrand se dirigió a su adversario llamándole «señor primer ministro». Chirac optó por devolver el golpe: «Permítame usted que le diga que, esta noche, yo no soy el primer ministro y usted no es el presidente. Somos dos candidatos, en igualdad de condiciones». Mitterrand soltó la frase definitiva: «Tiene usted toda la razón, señor primer ministro».

Chirac aprendió la lección y cedió paso a Édouard Balladur en la segunda cohabitación (1993-1995). El RPR se impuso en las legislativas y Mitterrand tuvo que cohabitar con otro primer ministro neogaullista. Un pacto no escrito establecía que Balladur prepararía el terreno para Chirac en las presidenciales de 1995. Balladur, aupado por los sondeos, acabó presentando su candidatura. En la cena de corresponsales de diciembre de 1994 nadie daba un duro por Chirac. Balladur, su «amigo de 30 años», encabezaba las intenciones de voto. Solo Enric González y yo mismo apostábamos por Chirac. Balladur era un político de salón y Chirac, un animal político. Una imagen vale más que mil palabras: en la Feria de la Agricultura, en la puerta de Versalles, Balladur andaba de puntillas y Chirac lo hacía con paso firme, con los excrementos en los talones.

En las presidenciales de mayo de 1995 Chirac ganó el puso a Balladur: se impuso en la segunda vuelta frente al socialista Lionel Jospin (52,6% frente a 47,4%). Chirac quiso pasar factura a los díscolos del RPR. Dos años después, en la primavera de 1997, disolvió la Asamblea Nacional para lograr una mayoría de diputados afines. El tiro la salió por la culata: Jospin se impuso contra pronóstico y fue nombrado primer ministro de la tercera cohabitación (1997-2002). Chirac, sin embargo, ganó a su primer ministro en las presidenciales del 2001. La primera vuelta del 21 de abril perfiló un escenario inédito: el ultraderechista Jean Marie Le Pen aventajó a Jospin (16,8% frente a 16,2%) y pasó a la segunda vuelta. Chirac sumó dos récords consecutivos: la mayor sanción de un presidente saliente en la primera vuelta (19,8%) y el porcentaje más alto en la segunda (82,2%).

He aquí la trayectoria ondulante, al decir de Montaigne, de Chirac. A él se deben apuestas valientes: el diagnóstico de la «fractura social», que no fue capaz de reparar; el paso de su euroescepticismo inicial a la fallida defensa del sí en el referéndum de la Constitución europea; la aceptación de la responsabilidad del Estado francés en la deportación de judíos por el régimen de Vichy; su oposición a la guerra de Irak, la réplica europea al trío de las Azores…

Su personalidad plebeya contrastaba con la de su mujer, Bernadette Chodron de Courcel, con la que se hablaban de usted («vouvoyer», en francés) siguiendo una «tradición familiar». También ella hizo carrera en el departamento de la Corrèze, en el Limousin, la patria de adopción política de la familia Chirac.