En un día como ayer en Beirut, alrededor de un millar de personas disfrutarían del sol y del agua y de las espléndidas vistas del Mediterráneo en las piscinas del Mövenpick Hotel and Resort Beirut. En un día como ayer, Imad Maatouk, gerente de la tienda de Zara en la localidad costera de Jounieh, en las afueras de la capital libanesa, contemplaría satisfecho cómo su comercio se llena de compradores que adquieren prendas de diseño español. En un día como ayer, la tienda de una conocida marca de televisores de lujo en la calle Masaref, en el centro beirutí, simplemente tendría las puertas abiertas.

Pero ayer era el decimosexto día de la ofensiva militar israelí contra el Líbano, y las piscinas del Mövenpick Hotel and Resort Beirut languidecían con apenas una veintena de bañistas, los clientes no daban demasiado que hacer al ejército de vendedores de Zara y los televisores de diseño habían dejado de ser un bien preciado en el Líbano en guerra. Y Beirut, la ciudad que había dejado de ser referente de violencia y guerra para convertirse en paradigma de lujo y glamur en Oriente Próximo, se aprestaba a revivir un día más su trágico pasado.

Mira Hawa, directora de ventas y mercadotecnia del Mövenpick Hotel and Resort Beirut, insiste en que, de momento, no se cerrará el establecimiento. "Tenemos que mantener un espíritu positivo. Hay dos razones para seguir abiertos. La primera es humanitaria: tenemos que cuidar de nuestros empleados; la segunda es que los vecinos se sienten más seguros con un hotel abierto en el barrio", dice.

Son nuevos tiempos que han modificado radicalmente el perfil de la clientela del Mövenpick. El lugar donde se alojaron Phil Collins, Ricky Martin y Mariah Carey y que fue el destino preferido de los turistas del golfo Pérsico --aunque también de Europa-- está ahora ocupado tan solo al 65% de su capacidad, principalmente por representantes de oenegés, de medios de comunicación internacionales y de personal de las legaciones diplomáticas extranjeras que buscan un lugar seguro.

Los precios --huelga decirlo-- se han hecho mucho más asequibles. Una habitación que costaba al día alrededor de 300 dólares (unos 240 euros) en temporada alta, impuestos incluidos, se ofrecía ayer por poco más de 100 dólares (78 euros).

Con sus gafas de sol de diseño y un refresco en la mano, Radi Hamdani, que tiene su propio negocio y vive en las cercanías del hotel, era uno de los pocos bañistas de las piscinas del Mövenpick tumbados al sol. "Esta es una ciudad que se resiste a morir", explicaba.

Nuevos tiempos

"No puedo dar cifras, pero tenemos un 60% menos de clientela que la habitual en esta época". Sin exteriorizar su preocupación, Imad Maatouk, gerente de Zara en el local de la calle Kaslik, pone números a la pérdida de clientes desde el inicio de la ofensiva israelí. Aunque no ha habido bombardeos en Jounieh (al norte de Beirut), toda el área comercial de la calle Kaslik --que es presentada como la calle "más prestigiosa" de todo el Líbano-- se ha resentido por la campaña militar israelí.

Aseguran las guías turísticas que si alguien quiere tomar una copa bajo la luna lejos del bullicio de la calle Monot, en un ambiente frecuentado por ciudadanos libaneses, la mejor opción para hacerlo es en el jardín del club Time Out . Pero eso era antes de que se cumpliera el decimosexto día de la ofensiva militar israelí. Es decir, una eternidad.