Los adoradores del diablo. Sólo con pronunciar su nombre, uno se pone en plan Indiana Jones y se imagina penetrando en una secta secreta de locos satánicos. Mala suerte. Los yazidis, que es como se conoce a esta confesión religiosa formada por kurdos que venera al ángel caído, ni escuchan discos al revés, ni colocan los crucifijos boca abajo, ni sacrifican gatos negros.

Se trata de una confesión fundada en el siglo XII por un santón sufí, cuyos fieles superan las 300.000 personas que, repartidas por territorios de Irak, Irán, Siria, Turquía, Armenia y Georgia, mantienen viva una de las religiones más complejas y desconocidas de Oriente Próximo.

ANGEL CAIDO A LA INVERSA

La mitad de los yazidis viven en el noroeste de Irak. Su religión se basa en la teoría del ángel caído, sólo que interpretada a la inversa. Si la Biblia y el Corán consideran que el diablo era el ángel preferido de Dios que fue expulsado del paraíso y arrojado al infierno al negarse a arrodillarse ante Adán, la religión yazidi sostiene otra versión.

Según ellos, el diablo, al que llaman Malak Taus, pasó 7.000 años en el infierno y con las lágrimas que derramó por haber sido repudiado por Dios apagó las llamas del averno.

Entonces, después de arrepentirse, Dios lo perdonó y lo volvió a colocar como líder de los sietes ángeles encargados de comandar el universo. Porque, para los yazidis, Dios se limitó a crear el universo y, una vez acabada su obra, se retiró y delegó el dominio del cielo y de la tierra a esos siete ángeles, capitaneados por Malak Taus, al que los yazidis representan con la figura de un pavo real.

YAZIDI "POR NACIMIENTO"

"Para nosotros, el día sagrado de la semana es el miércoles", explica Elía Hader Alí, un cabeza de familia yazidi que reside en Bagdad. Este hombre afable y grandón afirma que los yazidis pueden casarse "con tantas mujeres como se quiera, pueden beber alcohol y el cerdo no está vetado".

Eso sí, Elía sostiene que "está prohibido" que un yazidi contraiga matrimonio con una persona de otra religión. "Uno no puede convertirse, sólo se puede ser yazidi por nacimiento", precisa Elía.

Esta religión tiene muchas reglas y, algunas de ellas, muy originales. Los yazidis no pueden comer lechuga, pues el diablo se esconde en estas verduras; tampoco pueden pronunciar la palabra Shaitan (Satán, en árabe); de su boca no pueden salir términos que empiecen por sh, ya que es el sonido con el que comienza la palabra Shaitan; no pueden vestir ropas de azul oscuro y la ropa interior debe ser blanca.

Estas reglas han hecho que los yazidis hayan sido ridiculizados y perseguidos por las comunidades musulmanas, mayoritarias en los estados en que vivían. Pero observada de cerca, la sociedad yazidi está mejor organizada que el resto de la sociedad kurda.

"Gracias a Dios y a Sadam, en Irak los yazidis, lo mismo que los cristianos y los sabeos, podemos practicar nuestra religión sin ser perseguidos", dice Narmun, un yazidi que vive en Bagdad y que no está seguro de que un nuevo régimen que eventualmente quiera instalar EEUU les vaya a respetar.

Sus palabras reafirman que, guste o no, hay que admitir que Sadam ha mostrado respeto hacia las minorías religiosas y ha cuidado la riqueza étnica y confesional del país.