La agresión contra Silvio Berlusconi por parte de un enfermo mental ha puesto dramáticamente sobre la mesa el callejón sin salida en el que se había metido la política italiana, con un primer ministro enfrentado a las instituciones del Estado, una crisis económica que se está cebando en las clases más débiles y una oposición que no ofrece alternativas. Ayer todos los partidos y sus líderes, además de los responsables de las instituciones, condenaron la agresión, pero las polémicas se han disparado sobre las causas que pudieron haberla provocado. Rosy Bindi, presidenta del Partido Democrático (PD), en la oposición, expresó su solidaridad con Berlusconi, pero precisó que el presidente del Gobierno "debe colaborar para poner fin a un clima de choque político e institucional del que, también él, tiene responsabilidad, y no poca". Berlusconi --añadió Bindi-- "no es solo víctima, sino también responsable".

Antonio Di Pietro, fundador de Italia de los Valores (IDV), también en la oposición, dijo que no acudirá al hospital "porque Berlusconi no siente la necesidad de mi presencia". Di Pietro ha sido sometido a un linchamiento político por declarar que la agresividad institucional de Berlusconi podría "instigar violencia". Los correligionarios de Berlusconi coincidieron ayer en que la agresión no era el gesto aislado de Massimo Tartaglia, un hombre de 42 años que sufre problemas mentales y que fue quien le arrojó la estatuilla que le hirió, sino que se deriva de la creciente atmósfera de "odio" contra el primer ministro que se vive en el país. "La responsabilidad de la vergonzosa y criminal agresión de Milán no puede ser atribuida solo a quien ha atacado físicamente a Berlusconi. Las campañas de odio, la agresión periodística, el lenguaje descabellado... Podemos dar nombres, lugares y episodios que han preparado este gesto", según un comunicado de los senadores del Pueblo de la Libertad. Para el titular de Defensa, Ignazio La Russa, no es un gesto aislado, "porque lo más grave es el clima de odio del que nace".

El presidente de la República, Giorgio Napolitano, apeló a todas las partes a "no alimentar las tensiones. Es necesario parar la exasperación peligrosa que atraviesa la política italiana. En un momento como este no tiene sentido que unos echen la culpa a los otros del clima de tensión creado", dijo.

Mientras, se excava en la vida de Massimo Tartaglia. Se sabe que estudió electrónica con provecho y que ha inventado cosas curiosas, como cuadros que se mueven o "bailan", como ha dicho él mismo. Su familia, según admitió el padre del agresor, vota a los progresistas, pero "no sentimos odio por Berlusconi", explicó. Massimo trabaja con su padre en una empresa familiar de aparatos eléctricos y es socio de la oenegé WWF. "Nunca se le vio violento", apuntaron los vecinos. La fiscalía le acusa de lesiones graves y premeditadas.