Veinte años después del fin de la sangrienta guerra que durante casi una década enfrentó a Irán e Irak, el presidente iraní, Mahmud Ahmadineyad selló ayer en Bagdad la reconciliación entre los dos países, en una visita calificada de "histórica" por el presidente iraquí, Jalal Talabani. "Este viaje abre una nueva página en las relaciones bilaterales y un nuevo clima en la región", dijo Ahmadineyad tras reunirse con Talabani. Es la primera visita de un presidente iraní a Irak en la historia de los dos países.

Bestia negra de Washington, Ahmadineyad no desaprovechó la ocasión de arremeter contra EEUU, que acusa a Irán de proporcionar armas a los grupos radicales chiís para que ataquen a las tropas estadounidenses. El mandatario iraní aseguró que el jefe de la Casa Blanca, George Bush, "acusa siempre a los otros sin tener pruebas y esto acrecienta los problemas". "Los estadounidenses deben entender que al pueblo iraquí no le gusta EEUU", añadió tras un encuentro con el primer ministro iraquí, Nuri al Maliki. Ya antes de emprender el viaje, Ahmadineyad se preguntó en Teherán: "¿No resulta curioso que quienes tienen 160.000 soldados en Irak nos acusen a nosotros de interferencia?".

La ironía es que Ahmadineyad y Maliki se citaron en la Zona Verde, que alberga a las instituciones iraquís y la embajada de EEUU, bajo una fuerte custodia del Ejército estadounidense.

El presidente iraní subrayó que "el pueblo iraquí atraviesa una situación difícil" pero se mostró convencido de que "el Irak de mañana será pujante, desarrollado y próspero". Pese a la reconciliación, los analistas coinciden en subrayar que Irán e Irak están destinados a rivalizar como potencias regionales.