Ni olvida ni perdona. Lejos de dar por zanjados los incidentes que siguieron a las elecciones presidenciales, de las que oficialmente se alzó como ganador a pesar de las acusaciones de fraude de la oposición, el presidente iraní, Mahmud Ahmadineyad, insistió ayer en la existencia de un complot extranjero en los disturbios ocurridos tras las votaciones y pidió el procesamiento de los cabecillas locales.

En un discurso previo a la oración del viernes, Ahmadineyad dijo: "No vaya a ser que los principales culpables tengan inmunidad y en cambio se castigue a los culpables de menor grado que fueron engañados".

Lo curioso de estas consideraciones es que se producen dos días después de que el líder supremo de la Revolución, el ayatolá Alí Jameneí, admitiera que "no se ha probado" que los dirigentes locales de las protestas estuvieran manejados desde el exterior, y no es fácil adivinar si esas palabras están o no en sintonía con las de Ahmadineyad. El presidente iraní acusó abiertamente al Reino Unido de haber conspirado en las elecciones presidenciales de Irán.

"Pido a las autoridades judiciales que actúen contundentemente contra quienes bajo el camuflaje de ser amigos desataron actos de barbarie, además de dañar al pueblo y deteriorar la imagen de la República Islámica", manifestó el presidente, en lo que ha sido interpretado como una alusión a la plana mayor opositora: los excandidatos presidenciales Mir Husein Musavi y Mahdi Karrubi y el expresidente Mohamed Jatami.

Asimismo, Ahmadineyad manifestó que los ataques a los estudiantes en el campus de Teherán y las torturas en las cárceles fueron obra de "individuos implicados en el plan para derribar a la República Islámica". "Tenemos pruebas para demostrarlo", proclamó a sus seguidores.

El nuevo imán no permanente del principal sermón que se pronuncia en Teherán los viernes, Kazem Sedighi, animó ayer al Parlamento a apoyar al presidente iraní a formar su nuevo Gobierno, aún no constituido por las divergencias que la lista de Ahmadineyad ha desatado. Sedighi criticó al expresidente y hasta ahora influyente personaje del régimen iraní, Akbar Hashemi Rafsanyani, quien desde hace un mes no pronuncia sermones, tras pedir desde ese mismo púlpito la liberación de los detenidos en las protestas.