Ahmed Galai es el representante de la Liga Tunecina por los Derechos Humanos, una de las asociaciones que conforman elCuarteto por el Diálogo Nacional de Túnez, galardonada con el Premio Nobel de la Paz en 2015 por su actuación en la democratización del país mediterráneo.

Tras la conocida como la 'Revolución de los Jazmines' del 2011 que terminó con el régimen de Ben Ali después de más de 23 años en el poder, apareció la necesidad de acercar las partes y destrabar el proceso revolucionario en Túnez. Fue así como surgió el Cuarteto, y como su implicación en el proceso hizo deTúnez el único país en el que, tras vivir la llamada 'Primavera árabe', el clima no ha descendido hacia serios problemas de violencia y caos, sino hacia un proceso pacífico y democrático de transición. Sin embargo, Túnez, como país del mundo árabe, tampoco se ha librado de la amenaza yihadista y sufre como el resto de países árabes el constante degoteo de jóvenes que se unen a la guerra que ellos consideran "santa".

-¿Cuál ha sido el mayor triunfo del cuarteto en la transición democrática de Túnez?

-Nuestro mayor triunfo ha sido conseguir que la confrontación directa que existía con el régimen de Ben Ali se convirtiera en la fuente de propuestas de cambio, de políticas sociales, económicas, en la garantía de los derechos humanos, la libertad y la justicia social, y todo ello sin ser ministros presidentes o políticos, somos el pueblo y queremos seguir siéndolo.

-¿Cómo vivió Túnez la Revolución de los Jazmines?

-Para mí la revolución no fue ni de los Jazmines, ni Primavera, fue una revolución y hubo gente que sufrió y perdió mucho. La revolución no fue más que la primera fase de un largo proceso en el que todavía estamos sumidos, porque los eslóganes de la revolución (la libertad, la igualdad, la justicia, el cambio, los derechos...) han tenido que irse aplicando poco a poco y luchando día tras día para que se asienten nuestro país, que hoy día puede decir que tiene laconstitución más avanzada del mundo árabe por como reconoce y blinda los derechos humanos. Túnez no podía pasar con un remiendo, la revolución merecía la redacción de una nueva constitución que le hiciera justicia.

-Además de la Constitución, las elecciones también han sido un logro en Túnez...

-Por supuesto. Tras la revolución, en el cuarteto sentimos la necesidad de establecer una hoja de ruta para efectuar la transición. Tenía tres grandes ejes: la constitución, las elecciones y el diálogo nacional. La Constitución tras muchas negociaciones conseguimos redactarla haciendo justicia a la revolución, poniendo por encima a la sociedad de la religión, blindó los derechos por los que tanto luchamos y reconoció las libertades individuales. Tras dicho logro, había que dar un paso más y elegir un gobierno de forma democrática. También lo conseguimos. Túnez tuvo sus elecciones democráticas en el 2011 y en 2014 consideradas como transparentes por la comunidad internacional. Necesitábamos un Gobierno e instituciones representativas y estables para poder llevar a cabo el tercer paso, había que empezar a mantener un diálogo nacional que normativizara las peticiones de la revolución.

-¿En qué punto se encuentra Túnez en su transición democrática?

-A pesar de que somos el país árabe con la Constitución más avanzada y que defiende más libertades, la transición aún no ha terminado. La situación económica actual ha agravado en gran medida las tensiones políticas, y la sociedad sigue sin estar satisfecha del todo. Hay que conseguir una mejor repartición de la riqueza, una mayor oferta de empleo cualificado, empleo para los jóvenes, ayudas a las empresas...Queda mucho drama aún en Túnez, y esta situación ha provocado inseguridad y violencia. Además Túnez vive rodeado de guerra, el 'Daesh' es un problema muy grave y nuestro turismo ha caído en picado desde la revolución en 2011, hemos de reactivar este sector clave y empezar a estabilizar el resto.

- ¿El modelo de transición tunecino podría exportarse a otros países árabes como Siria o Libia?

No creo que podamos hablar de un modelo exportable, todos los pueblos son creativos y cada pueblo debe crear su propio modelo adaptándolo a sus necesidades. Es cierto que de nuestro caso se pueden extraer unas directrices que seguro que se pueden extrapolar, las buenas prácticas, la participación civil y el diálogo han sido la clave de nuestro éxito.

-¿Como ha vivido Túnez la gran crecida de la Yihad?

-Por desgracia muchos jóvenes tunecinos lo han dejado todo para irse a luchar con ellos. No solo jóvenes sin recursos, sino jóvenes educados y con estudios. Esta gente está confundida, esperan llegar al paraíso matando y eso es una tremenda y total negación de los principios del islam. Por culpa de esta irracionalidad ha nacido un sentimiento de islamofobia en el mundo occidental que confunde esta doctrina radical y obscurantista que los musulmanes rechazamos con el islam de mis padres, el mío, que defiende el amor, la caridad y la acogida. El islam se basa en el 'Salam' (la paz) y eso es lo contrario a lo que hacen los extremistas.

-¿A Túnez también llegan refugiados de la guerra de la Yihad?

-En Túnez hay más de un millón de refugiados del Chad, Libia, Somalia y muchos otros países. Sin distinciones entre sirios o saharianos en Túnez acogemos a los que huyen de la guerra. Actualmente colaboramos con la Cruz Roja y otras organizaciones internacionales además de haber creado un centro de formación y vocación que acoge a los miles de personas que por huir de un conflicto tienen necesidades psicológicas y de apoyo. Los tunecinos hemos sentido la obligación moral de acoger después de todo lo que hemos pasado.

- ¿Qué opina de la respuesta europea a la crisis migratoria?

-Europa tiene miedo. Europa está cerrando las puertas a la gente que huye de la muerte y está sacrificando sus valores por salvaguardar sus intereses económicos. No podemos girar la cara a las personas que sufren, a los niños que mueren ahogados y al dolor en general de un pueblo que tiene que huir de sus casas porque lo necesitan y no porque quieran. El pacto entre Turquía y Europa es un engaño, un regateo entre países para ver quien se queda los problemas. Y no son problemas, son personas. El Mar Mediterráneo es un mar de vida, no podemos dejar que se tiña de rojo.