El ahorcamiento de Sadam Husein, ahorcado al alba --sobre las cuatro de la madrugada del sábado, hora española--, ha añadido mayor incertidumbre a la guerra de Irak. ¿Su muerte contribuirá a la paz o será motivo de más caos? La primera jornada post-Sadam fue una más de las de diciembre, el mes más cruento de este año. Los 74 muertos civiles del sábado fueron los habituales en un día cualquiera.

Sadam Husein, de 69 años, murió sin ser juzgado por sus mayores crímenes y ante el rechazo mayoritario de los países occidentales, el Vaticano y las organizaciones de derechos humanos. Sin embargo, el presidente de EEUU, George Bush, que calificó a Sadam de amenaza para la seguridad mundial --a pesar de que las armas que supuestamente poseía nunca se encontraron-- no puso objeciones a la legalidad del juicio ni al veredicto.

Sadam fue ahorcado junto a dos de sus antiguos asesores, --uno de ellos su hermanastro Barzan al Tikriti--, anunció Mariyem al Rais, la asesora del primer ministro iraquí. "Enhorabuena a todos los iraquís, el criminal ha sido ejecutado", dijo Al Rais.

"MUY RAPIDO" Otro testigo de la ejecución afirmó: "Fue muy rápido. Murió inmediatamente". El dictador rehusó ponerse una capucha, parecía calmado y subió por voluntad propia la escalerilla hasta la plataforma. Según el testigo, Sadam recitó en voz baja una oración musulmana: "No hay más Dios que Alá y Mahoma es su profeta". A continuación, uno de los tres policías encapuchados le puso la soga al cuello. El consejero de Seguridad Nacional, Muafaq al Rubaí, dijo que "no tenía miedo y no se resistió". La ejecución fue filmada y fotografiada, y las imágenes, aunque incompletas, cuatro horas después ya habían dado la vuelta al mundo. En lo que pareció una rápida respuesta de los insurgentes sunís leales a Sadam, un coche bomba mató a 36 personas en la localidad chií de Kufa. Además, una triple explosión de coches bomba dejó al menos 25 muertos y 65 heridos en Huirá, distrito de mayoría chií de Bagdad. Pero no era una ola de violencia significativa, sino la cotidiana.

Varias cadenas árabes de TV mostraron imágenes de Sadam, con traje oscuro y camisa blanca, cuando era llevado a la horca. Posteriormente un canal iraquí mostró imágenes del cuerpo amortajado del exdirigente.

Mientras, el primer ministro iraquí, Nuri al Maliki, que firmó la orden de ejecución, dijo que se había hecho justicia ahorcando al "criminal Sadam". Nadie sabe a ciencia cierta qué medidas prevé el Gobierno iraquí para contener la reacción de la comunidad suní, fiel aún al dictador, y evitar que se convierta en un mártir. Pero, al Maliki adelantó alguna respuesta: "La ejecución de Sadam pone fin a todas las patéticas especulaciones del retorno a la dictadura".

A muchos les inquieta la pregunta "¿Qué país nos espera una vez que se desinfle el estallido de felicidad que ahora entusiasma a chiís y kurdos, principales víctimas del tirano?" El sábado el número de ciudadanos muertos --74 en total-- fue el de un día habitual de diciembre, el mes más sangriento desde que comenzó la guerra. También murieron cinco soldados estadounidenses, que elevan a 2.988 la cifra de fallecidos desde marzo del 2003, fecha en la que se inició la invasión del país árabe.

VENGANZA, NO JUSTICIA "Para muchos musulmanes, laicos y religiosos, sunís y no sunís, no se trata de un acto de justicia, si no de venganza. Y en el mundo musulmán aún impera con fuerza el dicho ojo por ojo, diente por diente", afirmó un analista iraquí que pidió el anonimato.

Otra prueba de fuego será el entierro del propio dictador, que con toda probabilidad se realizará fuera de Irak, aunque este extremo tampoco está claro. Fuentes cercanas al clan de Sadam aseguraron que Alí Yasin al Nada, uno de los miembros del grupo del expresidente, se había dirigido a Bagdad a bordo de un helicóptero de EEUU para recoger el cadáver de Sadam y enterrarlo en su pueblo natal, Al Uya, junto a sus hijos Odeiy y Qusai, muertos por EEUU en el 2004. Pero este extremo no fue confirmado oficialmente.

Sin embargo, Raghad Sadam, hija mayor del dictador, reclamó su cadáver desde Yemen. Horas antes del ahorcamiento, Raghad Sadam expresó el deseo familiar de que su padre sea enterrado en la capital yemení, Sana.