Ser periodista o miembro de una oenegé es cada vez más peligroso en Rusia. Varias organizaciones rusas e internacionales para la defensa de los derechos humanos han denunciado esta semana ataques contra sus activistas y periodistas perpetrados en los últimos meses.

La gota que colmó el vaso de la paciencia de los abogados de los derechos humanos fue el ataque, el martes por la noche, contra Lev Ponomariov, de 68 años, conocido activista ruso y líder del movimiento por los derechos humanos. A Ponomariov le golpearon brutalmente tres desconocidos en el portal de su casa en Moscú.

El incidente causó una avalancha de protestas. Nueve organizaciones internacionales para la defensa de los derechos humanos, entre ellas la Fundación Sájarov, Amnistía Internacional, Freedom House y Human Rights Watch, hicieron un llamamiento al presidente estadounidense, Barack Obama, y a otros líderes de Occidente exigiendo una investigación inmediata y detallada del ataque.

En el documento, urgen también al Kremlin a que ponga fin a la creciente caza de los que se atreven a defender los derechos humanos en Rusia. "Los defensores de derechos humanos trabajan en una situación intolerable. El ataque a Ponomariov es un nuevo desafío a la sociedad y al Estado", dijo a este diario Tatiana Lokshina, la vicejefa de la Oficina de Moscú de Human Rights Watch.

RECIBIA AMENAZAS La hija de Ponomariov, Elena Liptser, opinó que no fue un atraco porque a su padre no le robaron. El propio Ponomariov relacionó el asalto con sus actividades en defensa de los derechos de los presos políticos. Según la policía, personas no identificadas le vigilaban hacía meses, y denunció que recibía amenazas.

El asalto a Ponomariov es el último de una serie de ataques contra activistas de los derechos humanos registrados en los últimos meses.