Alemania celebra este lunes uno de los días de la unidad nacional más tensos que se recuerdan. Pasados 26 años de la reunificación que volvió a hermanar al oeste y al este del país, el motor económico de Europa atraviesa un momento de fragilidad social y fragmentación. Lejos de solventar las desigualdades que parecían desvanecerse tras la caída del Muro de Berlín, Alemania se encuentra atrapada en una crisis de identidad.

El tambaleo del euro, el rescate a Grecia, el conflicto en Ucrania y, sobretodo, la llegada de miles de refugiados al continente y el pacto europeo con una Turquía cada vez más abocada al autoritarismo islamista han trastocado en muy poco tiempo el histórico carácter de consenso básico alemán y han exacerbado la brecha de una escena política ahora mucho más impredecible. Durante una década, la cancillera Angela Merkel fue un tótem que unía la ciudadanía. Hoy, sus decisiones y el avance de los xenófobos por la derecha la han transformado en la cara más visible de la nueva polarización que afronta el país. Alemania se encuentra dividida entre los que tienen una visión cosmopolita y plural de su sociedad y los que ven en los refugiados una amenaza a su calidad de vida.

Este año, en un gesto de cierta ironía, toda la pompa de la unidad nacional se celebra en Dresde. La capital del Estado de Sajonia es también cuna del movimiento islamófobo Pegida, centro neurálgico del partido populista Alternativa por Alemania (AfD) y epicentro de la violencia racista contra los refugiados. La tensión social se ilustra en sus calles, donde se ha desplegado un importante contingente policial para evitar que la conmemoración pueda quedar manchada por las concentraciones orquestadas por la ultraderechay por la alerta de un posible ataque terrorista. Tres coches de policía ardieron este domingo en la ciudad.

SE DISPARA LA VIOLENCIA RACISTA

En las últimas semanas, el Gobierno alemán ha mostrado reiteradamente su preocupación por el auge de una retórica agresiva que en la calle se traduce en ataques a los recién llegados. En su último informe, Berlín alertó de que durante el 2015 se registraron 1.400 agresiones violentas contra refugiados protagonizadas por miembros de la extrema derecha, lo que supone hasta un 42% más que en el 2014.

Los estados que antiguamente formaron parte de la República Democrática Alemana -Mecklemburgo-Pomerania Occidental, Brandeburgo, Sajonia-Anhalt, Turingia y Sajonia- son los que están “seriamente amenazados por el extremismo de derecha”. No sin relación, son estados en los que hay más pobreza, desempleo, vulnerabilidad económica y desencanto con las políticas de Berlín,factores complejos que ayudan a explicar que también sean los 'länder' en los que AfD ha obtenido mejores resultados.

La celebración de la unidad nacional tendrá lugar en Sajonia, el estado en el que se han situado la mayoría de agresiones a refugiados. El 15 de septiembre esta ola de violencia racista vivió uno de sus episodios más grotescos cuando un grupo de 80 personas, entre las que había neonazis organizados, agredieron a una veintena de menores solicitantes de asilo que charlaban tranquilamente en una plaza del centro de Bautzen, 30 kilómetros al este de Dresde. El pasado martes la violencia racista se tradujo en un ataque con artefactos explosivos caseros en una mezquita de la capital sajona.

ESCALOFRIANTE SUCESO

Pero a pesar de que el Este es el que sale más mal parado, laviolencia racista se ha convertido en un fenómeno nacional. El pasado jueves Alemania vivió otro escalofriante suceso que hace pensar en tiempos más oscuros cuando un desconocido golpeó por la espalda a Joachim Kebschull, alcalde de la pequeña localidad de Oersdorf, a 40 kilómetros de Hamburgo, y partidario de acoger a refugiados en una de las propiedades del consistorio. Esa voluntad de ayuda ya había sido respondida anteriormente con amenazas e incluso alertas de ataques con bomba. “Si no quiere escucharnos, deberá sentirnos”, rezaba una de las cartas anónimas.

Las autoridades están preocupadas. Si esto ocurre en un pueblo de tan solo 900 habitantes, el riesgo es mucho mayor en los grandes epicentros sociales del país, mucho más avezados a recibir inmigrantes y refugiados.