La mañana del 9 de noviembre de 1989, pocas horas antes de la legendaria rueda de prensa en la que Günter Schabowski, funcionario del Partido Socialista Unificado de Alemania oriental (SED), anunciara por sorpresa la apertura del Muro de Berlín, pocos creían realmente que la reunificación alemana fuera un escenario verosímil para Europa y para el resto del planeta.

Nadie en Washington, Moscú o Berlín podría haberse imaginado aquella mañana de 1989 que la Unión Soviética cedería tan rápido el control de la República Democrática Alemana (RDA), su pieza más importante en la línea divisoria que separaba los dos bloques. Tres décadas más tarde de aquel día que cambió el mundo y supuso el principio del fin de la guerra fría, es una de las pocas cosas sobre las que hay consenso acerca de la reunificación.

Treinta años después de la caída del Muro de Berlín se están abriendo en Alemania una serie de debates acerca de lo que se hizo bien y mal en el proceso de reunificación. La dimensión económica es uno de los factores que más controversia genera. El debate viene alimentado por el actual auge de la ultraderecha en Alemania oriental y también por las claras diferencias que todavía existen entre las dos partes del país: la brecha en los salarios, las pensiones, el PIB per cápita o la recaudación fiscal sigue siendo una realidad en el 2019.

Lejos de cerrarse, esa zanja amenaza con abrirse aún más: que «el crecimiento económico y el potencial financiero se sigan distanciando» es un peligro real, advierte el Instituto Alemán para la Investigación Económica en un informe reciente que hace hincapié en una crisis demográfica que se ceba especialmente con los territorios del este.

Dos procesos fueron claves en el proceso de reunificación económica de dos sistemas antagónicos: la unión monetaria introducida el 1 de julio de 1990 y la privatización de las propiedades estatales de la RDA.

La unidad monetaria «supuso una revaluación de facto de más del 100% de una economía que era mucho más débil que la de Alemania occidental», escribe el politólogo Hajo Funke en su libro La lucha por el recuerdo. La terapia de shock aplicada sobre la economía planificada y estatal germanooriental -que de la noche a la mañana tuvo que adaptarse al libre mercado y competir con las empresas occidentales- supuso que la RDA viese cómo las exportaciones a sus principales compradores se hundían en un par de años.

Los efectos prácticos fueron el desmantelamiento de la estructura industrial de la Alemania oriental, que fue transformada a marchas forzadas en una economía eminentemente de servicios, y la pérdida de los puestos de empleo de más del 80% de la masa trabajadora de la RDA. «En 1993, solo el 18% de los ciudadanos germanoorientales desempeñaban el mismo trabajo o estaban empleados en la misma institución que en la RDA», dice Ilko-Sascha Kowalczuk, historiador y autor de La toma. Cómo Alemania oriental se convirtió en parte de la República Federal.

LA ‘TREUHAND’ / Kowalczuk, hijo de un comunista militante de la RDA y convencido defensor de la reunificación, usa conscientemente la palabra Übernahme (toma) para describir el proceso de reunificación política y económica. Durante mucho tiempo, esa palabra fue evitada en ámbitos políticos y académicos de la Alemania reunificada por tener una connotación poscomunista y revisionista de la historia. El concepto gana hoy adeptos.

La Treundhandanstalt (Agencia de Fideicomiso) fue la encargada de privatizar las propiedades estatales de la RDA. Creada por el Gobierno transitorio de Alemania oriental tras la caída del Muro, nació con el objetivo de gestionar todo ese patrimonio en defensa del «interés general» de la ciudadanía del este del país. Se acabó convirtiendo en una agencia de liquidación de las empresas públicas y las propiedades del estado vencido, ensombrecida por acusaciones de nepotismo y corrupción, y de cuya actividad sacaron provecho las grandes empresas de Alemania occidental.

La Treuhand es todavía hoy blanco de la ira de muchos ciudadanos de la extinta RDA y su papel sigue generando debate político. El partido La Izquierda, parcialmente heredero del antiguo partido único SED, pide la apertura de una comisión parlamentaria que investigue la actividad privatizadora de un actor clave de una reunificación que, a la vista de sus consecuencias aún hoy visibles, tuvo muchos elementos de conquista económica y financiera de la Alemania occidental sobre la oriental.