Tan solo 24 horas ha durado la intención de gobernar del recién elegido primer ministro de Turingia, el liberal Thomas Kemmerich. Tras ser nombrado por sorpresa jefe del Gobierno regional con los votos de los democristianos de la CDU y de la ultraderecha de Alternativa para Alemania (AfD), Kemmerich anunció ayer su deseo de dimitir y pedir al Parlamento regional la convocatoria de elecciones.

«Ayer AfD intentó dañar la democracia con un pérfido truco. Los demócratas necesitan mayorías democráticas. Estas no se dan en este Parlamento», dijo Kemmerich en una breve rueda de prensa en Erfurt (capital de Turingia). El líder regional de los liberal-conservadores del Partido Democrático Libre (FDP) reaccionaba así a la enorme presión puesta sobre él tras aceptar los votos de la ultraderecha para proclamarse contra todo pronóstico jefe de Gobierno del pequeño estado federado. El presidente del FDP, Christian Lindner, se vio obligado a viajar a Erfurt para intentar recuperar el control de la situación. Lindner anunció que se someterá a una moción de confianza dentro de su propio partido tras lo ocurrido.

DURAS CRÍTICAS / Destacadas figuras de todos los partidos, a excepción de AfD, llevaban horas criticando con dureza la decisión de los liberales. Incluso la cancillera federal, Angela Merkel -de gira oficial por África- se pronunció al respecto: «La elección de este primer ministro fue un proceso que rompe con el principio de no formar mayorías con AfD», dijo Merkel desde Sudáfrica. La dirigente pidió a la federación de su partido en Turingia que diera marchar atrás a la decisión y añadió: «Fue un mal día para la democracia. Fue un mal día para la CDU».

Las duras palabras de Merkel hacen que las miradas se fijen aún más en la Konrad-Adenauer-Haus, la sede federal de la CDU en Berlín. Lo ocurrido el miércoles en el Parlamento de Turingia hace que crezcan las dudas sobre la capacidad de Annegret Kramp-Karrenbauer (AKK) -presidenta de la CDU, ministra de Defensa y teórica sucesora de Merkel- de mantener unido al partido y obligar a todas sus federaciones a mantener la disciplina.

La votación de los democristianos junto a la ultraderecha en favor del candidato liberal venía precedida de voces en la federación de la CDU de Turingia que habían apostado abiertamente por sondear una coalición con AfD. Las grietas del llamado cordón sanitario se convertían así en un verdadero boquete con serias repercusiones para la política federal. Las principales figuras políticas del país intentan ahora reconstruir ese cordón sanitario. En ese intento, y para no dejar lugar a dudas, el secretario general de la CDU, Paul Ziemiak, incluso llamó públicamente «nazi» a Björn Höcke, líder de AfD en Turingia.

«No se trata de mí, sino de la credibilidad de los democristianos. Nuestro partido se fundó después de la Segunda Guerra Mundial con el impulso de haber aprendido del fracaso de las fuerzas moderadas en los tiempos de la República de Weimar y no queremos ni permitiremos que se produzca esa ruptura con una participación de la CDU», dijo horas después de la elección en Turingia Kramp-Karrenbauer en una entrevista con la televisión pública alemana.

Pase lo que pase las próximas semanas, la ruptura de facto del cordón sanitario en el Parlamento regional de Erfurt supone un antes y después en Alemania. No pocos analistas e historiadores establecen, no en vano, un paralelismo entre lo ocurrido en Erfurt y los primeros pasos que dio el Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán para que Hitler acabara alcanzando el poder.

La cúpula de la CDU apuesta ahora por una convocatoria electoral para intentar sacar del caos a Turingia y tratar que la política federal vuelva a la calma. Este nuevo terremoto vuelve a poner en peligro la continuidad de la Gran Coalición, formada por la unión conservadora de la CDU-CSU y los socialdemócratas del SPD.