No es un secreto a voces porque todos los griegos, a falta de cuatro días para las elecciones generales, lo comentan, lo saben, lo comparten, lo discuten y lo tienen más que asumido: a menos que no haya un giro inesperado de guion, algo impredecible que nadie espera, el líder de Syriza, Alexis Tsipras, perderá su posición de primer ministro heleno este domingo en las urnas.

Parece una paradoja: lo ganará su mayor rival, el líder de la oposición, Kyriakos Mitsotakis, político conservador y presidente de Nueva Democracia (ND), partido tradicional griego y uno de los que llevó al país, hace ya una década, al abismo económico del que aún no ha acabado de salir del todo.

Tsipras perderá las elecciones por básicamente dos razones empieza Gregorios Christidis, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Macedonia, en Salónica. Primero porque su gobierno, aunque ha conseguido estabilizar la economía, no ha logrado mejorar las condiciones de vida de la gente. Y segundo porque, durante sus años en el poder, han perdido la ventaja moral que disfrutaban en relación con ND.

Christidis se explica: Mucha gente votó a Syriza en el 2015 porque estaban enfadados con los partidos corruptos, cleptómanos y nepotistas, entre los que se incluye ND, que llevaron al país a la bancarrota absoluta. Pero Syriza, estando en el poder, ha mostrado una arrogancia que solo ha conseguido alienar a muchos de sus seguidores.

A LA ABSTENCIÓN

La clave es precisamente esta: no es que ND haya ganado muchos votos respecto a las últimas elecciones legislativas en Grecia celebradas en setiembre del 2015, tras el referéndum sobre el plan de rescate de Bruselas. Es Syriza quien se hunde, y las elecciones europeas del pasado mes de mayo lo han demostrado: en ellas, Syriza consiguió 1.300.000 votos, 600.000 votos menos que en el 2015, que, en mayor parte, según los análisis electorales, han ido a la abstención.

Nueva Democracia, durante este mismo lapso de tiempo, ha conseguido cerca de 300.000 votos más. En estas últimas elecciones, en las europeas de este año, la diferencia entre los dos partidos fue de 10 puntos: tan grande que obligó a Tsipras a convocar elecciones anticipadas. Para perderlas y asegurarse el segundo puesto.

La gente que votó antes a Syriza y ahora ha dejado de votarnos lo han hecho porque esperaban más de nosotros dice Dimitris Rapidis, asesor de uno de los líderes de la formación. No es fácil explicarle a la población lo que hemos hecho: pasar a Grecia de una situación terrible a una menos mala. Que sigue siendo mala, pero que sin duda es mejor que la anterior.

DESÁNIMO ELECTORAL

Atenas, estos días de inicio de verano, con el sol apretando las tuercas, vive sumida en una depresión profunda. El centro de la ciudad, tras 10 años de crisis continua pasando por meses de impagos a los funcionarios, recortes de pensiones, bajadas de salarios, desempleo, épocas de corralito y tres rescates bancarios que no terminarán de pagarse por completo hasta 2060, sigue exactamente igual: sus plazas, durante el día, se llenan de gente bebiendo cerveza y echando las horas; sus portales, por la noche, los ocupa un ejército de vagabundos, muchos de los cuales han acabado atrapados en la vorágine de la drogadicción. Todo, enmarcado en un mar de grafitis que no deja pared sin cubrir.

La estampa solo la rompen, en los barrios históricos, las manadas de turistas que recorren como una masa homogénea la capital griega.

Hay pocos carteles electorales y menos actos de campaña: la ilusión por estas elecciones legislativas, en Grecia, es mínima. Estos últimos años han sido una decepción. Tsipras ha sido una decepción. Por eso esperamos que haya un cambio, dice, sin mucho ánimo, el propietario de una cafetería del barrio de Exarcheia.

La gente esperaba un cambio radical de la noche a la mañana, y eso es imposible dice Kaki Bali, periodista y editora del periódico de Syriza I Avgi. Este Gobierno ha hecho cosas muy buenas, como, yo creo, el acuerdo de Macedonia, un mayor diálogo con Turquía y un avance en derechos civiles como la legalización del matrimonio gay y la universalización de la sanidad pública. Pero estas cosas no tienen un impacto directo en la vida de la gente, y muchos no las tienen en cuenta a la hora de votar.

Al final continúa Bali, lo que más pesa es que hay una precarización del trabajo enorme, y que todo el peso de la crisis ha sido cargado a las espaldas de la clase media honesta, que es la única que paga impuestos en Grecia. Esta clase media es ahora mucho más pobre que antes de la crisis.