La presión diplomática internacional sobre el acosado presidente de Haití, Jean Bertrand Aristide, obligó ayer a sus seguidores a abrir las barricadas que cercaban la capital, Puerto Príncipe, para que cuatro españoles con tres niñas adoptadas por otras parejas y más de un centenar de familiares del personal de la ONU pudieran llegar al aeropuerto y abandonar el país. Acusado de narcotráfico, el propio Aristide dudaba en abordar un helicóptero que le esperaba para fugarse.

En brazos de la cooperante española Rosa Parés, la pequeña Amaíka, de dos años, se escondía asustada ante el dramático operativo de evacuación que vigilaron de cerca ocho enormes agentes especiales de seguridad diplomática estadounidenses bien pertrechados y armados. La caravana recorrió la ciudad de Puerto Príncipe ante la sorpresa de los viandantes, después de que los llamados chimeres y otros rufianes seguidores de Aristide apartaran piedras y restos de vehículos para que la ciudad saliera del caos.

AMBIENTE DE HISTERIA "Hemos dicho claramente en términos inequívocos que lo que pasó ayer era inaceptable", dijo un diplomático, al recordar el ambiente de histeria que el miércoles envolvió la capital hasta aislarla, ante los rumores radiados de un inminente ataque de los rebeldes que dirige Guy Philippe.

Philippe dijo que retrasó el asalto final "para dar una oportunidad a la paz".

Tras el paso del convoy, los chimeres volvieron a levantar las más grandes y estratégicas barricadas en varias de las angostas avenidas de una ciudad normalizada pero temerosa de que se desate una encarnizada batalla.