Durante la incursión de los tanques de EEUU a través del centro de Bagdad, ayer, uno de los todoterrenos de los defensores, alcanzado por las fuerzas invasoras, se estrelló contra un vehículo particular en el que circulaban un matrimonio y sus dos hijos pequeños, y que quedó destrozado por el impacto. A bordo de uno de los blindados, un joven cámara de televisión quedó impresionado por el espectáculo: la única superviviente, una niña de corta edad, andaba tambaleante con los carbonizados dedos de una mano colgando del muñón sangrante.

Esas imágenes, que no mostrarán los telediarios, eran fiel reflejo del horror que la guerra de Irak está abatiendo sobre la población civil, entre la que es ya imposible estimar las víctimas.

UN MILLAR DE MUERTOS

El terror es lo que precisamente querían sembrar las fuerzas aliadas entre la población de Bagdad, con el fin de quebrar la moral de los defensores, mediante el inesperado ataque relámpago en la capital. También querían poner a prueba la capacidad militar de las tropas fieles a Sadam y mostrar a sus lugartenientes que el poderío acorazado de EEUU puede asestar golpes devastadores en el mismo corazón de la ciudad.

"Sólo queríamos que supieran que estamos aquí", explicó el general Buford Blount, comandante de la Tercera División de Infantería, responsable de la batida. Una explicación algo frívola para una ofensiva en la que el Pentágono estima que causó un millar de muertos entre los combatientes enemigos. Según sus primeros informes, entre las filas de EEUU sólo pereció el conductor de un tanque y seis soldados resultaron heridos. Un tanque M1-A1 Abrams fue destruido y tuvo que ser abandonado por los atacantes, que se replegaron a la zona del aeropuerto internacional.

13.000 BOMBAS Y 750 MISILES

A partir de ahora, las cruentas incursiones en la metrópoli sitiada serán seguramente cotidianas, mientras se recrudecen los bombardeos en una campaña de "guerra urbana aérea" ideada por los estrategas del Pentágono para librar desde el cielo una batalla casa por casa, "día y noche", mediante ataques de gran precisión contra las posiciones de los defensores, según reveló ayer Michael Buzz Moseley, teniente general de la Fuerza Aérea estadounidense. Moseley aduce que procurarán minimizar el número de bajas civiles en esa nueva fase de la guerra aérea, después de que se hayan descargado 13.000 bombas y 750 misiles de crucero sobre la ciudad.

No obstante, Moseley habló por una vez sin rodeos cuando aseguró que los integrantes de las divisiones de la Guardia Republicana que defendían Bagdad estaban "muertos" a causa de los ataques de la aviación: "Me resulta interesante que se diga que los estamos ablandando. No los estamos ablandando, los estamos matando". Es más que evidente que también matan y hieren a muchos no combatientes con semejantes ataques masivos.

Por el momento, Cruz Roja ha dado cuenta de que cientos de iraquís heridos han ingresado en los hospitales de la capital desde que estallaron los primeros combates en los alrededores. Al mismo tiempo, los enviados especiales relatan que miles de civiles, muchos de ellos llevando en brazos niños demasiado pequeños para caminar, huyen a pie de los combates de Bagdad sólo con lo puesto.

En el resto del país la situación es también dramática. En Kerbala --ciudad santa para los shiís--, 100 kilómetros al sur de allí, la poderosa 101 División Aerotransportada penetró en el centro de la población a sangre y fuego, con apoyo de helicópteros de ataque Apache y un batallón de tanques, para exterminar la resistencia armada y acabar con un foco enemigo a espaldas de las fuerzas que sitian Bagdad. Los heridos describieron un infierno de balas y granadas desde todas las direcciones, mientras la artillería aliada castigaba los edificios en los que se parapetaban los francotiradores iraquís.

La guerra de Irak ha llegado a su fase más sangrienta de combates calle a calle, en los que caerán aún más víctimas civiles. Pero es seguro que cuando el presidente de EEUU, George Bush, telefoneó ayer al presidente del Gobierno, José María Aznar, fue para decirle que las cosas estaban yendo muy bien.