Sumida en el desasosiego, la Unión Europea actúa en orden disperso y experimenta dificultades insuperables para poder adoptar una posición común que sea capaz de proteger sus intereses legítimos de la cólera desatada por las caricaturas de Mahoma. El debate sobre la convivencia entre ciudadanos ha sido pervertido por la incuria o la complicidad de gobiernos que atraviesan por situaciones incómodas: el iraní, empeñado en una arriesgada carrera atómica, o el sirio, en el banquillo de los acusados.

Más que a la indignación de los creyentes, asistimos a la explotación de sentimientos respetables, que deberían ser privados, por tiranías que utilizan el islam con el objetivo de distraer la atención, abominar del enemigo exterior y perpetuar la alienación de las poblaciones. Pero ni el apaciguamiento ni tampoco los imperativos de la inmigración podrán hacer que Europa pueda olvidar sus principios para restablecer el delito de opinión y humillarse ante el dictado teocrático.

*Periodista e historiador.