El silencio de los mandatarios latinoamericanos tras conocerse la muerte de Orlando Zapata debe interpretarse como un síntoma de los dilemas que se avecinan para los países que comparten el desvelo por el incierto futuro cubano. Como era de prever, el presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, afronta las mayores críticas por sus evasivas a condenar la muerte. "Cuando se trata de países hacia los que tiene simpatía, como es el caso de Cuba, Brasil no dice nada, aun cuando haya violaciones evidentes de derechos humanos", dijo el excanciller (ministro) de Exteriores Luiz Felipe Lampreia.

"En Cuba deben cambiar muchas cosas, pero el principal impedimento para los cambios es el bloqueo criminal de EEUU", dijo Rafel Correa, presidente de Ecuador.

En Santiago, el Gobierno chileno hizo malabares para explicar su mutismo. Pero el mandatario electo, Sebastián Piñera, ya insinuó que, a partir del 11 de marzo, cuando reemplace a Michelle Bachelet, la política hacia Cuba no tendrá matices. El eje que Piñera diseñará con el colombiano Alvaro Uribe y el mexicano Felipe Calderón tendrá, seguramente, su incidencia en las discusiones sobre Cuba.