THtay que verlo para creerlo. El fin de semana las cosas han cambiado radicalmente, por suerte para mejor. Ha imperado el sentido común y todo está funcionando como debería haberlo hecho desde el principio. Hemos superado la fase aguda y ahora estamos en la fase crónica. Desde la llegada de los americanos, sanitariamente todo ha mejorado: han metido más quirófanos y gracias al barco hospital que han traído a Haití, todos los enfermos que tenían que ser operados, ya lo han sido. Cómo pueden cambiar las cosas con un poco de coordinación.

Si hace tres días me quejaba de que era ilógico e inhumano ver a 1.200 enfermos en el patio del hospital central, ahora es gratificante ver que ya no queda gente por operar; solo hay que hacer las pertinentes curas y trabajar con ellos pero en otra faceta: la social. Conseguimos que llegaran las medicinas desde el aeropuerto hasta el hospital y eso también está ayudando a que los enfermos mejoren. Pero la ciudad está derruida, muchos se han quedado sin familia y sin hogar. Ahora lo importante es sacar a este país adelante, porque si antes tenían poco, ahora es que no tienen nada. Y esa labor de reconstrucción me temo que va a durar muchos años.

Nuestra misión aquí toca a su fin. Los especialistas franceses y canadienses ya se han marchado de la isla y nuestro equipo analizará en la tarde de hoy lunes (por ayer) si es necesario que continuemos algunos días más o si podemos regresar a casa. Ha sido una semana muy dura, trabajando de sol a sol. Pero estamos satisfechos de lo realizado hasta ahora; creo que hemos cumplido nuestro principal objetivo, que era básicamente ayudar en esos primeros momentos de incertidumbre, caos, y cuando miles de personas habían resultado heridas como consecuencia del terremoto. Ahora les toca a los haitianos, con ayuda del resto de países, levantar de nuevo lo que el seísmo ha derrumbado.

Pero creo que no va a ser una tarea fácil. Sobre todo en las próximas semanas. La gente tiene miedo a nuevas réplicas y mucha duerme en la calle, lo cual aprovechan otros para robarle lo poco que les queda, sobre todo en las zonas donde hay menos control militar. Pero al menos ahora tienen agua y comida y comienzan a ser realojados, si bien las epidemias acechan. El olor en la ciudad es cada vez más nauseabundo, sobre todo por el pegajoso calor de esta isla. No se debe bajar la guardia aunque la situación de emergencia ha pasado.