Un grupo de niños pesca en las orillas del puerto de Gaza. Sumergidos hasta el torso, hunden la red y esperan a que algún pececillo caiga en la trampa. No saben que son ellos quienes están en peligro. A escasos 100 metros, miles de litros de aguas fecales se vierten sin tratamiento en la dársena. El impacto medioambiental es atroz.

La arena apesta y la marea expulsa peces muertos que los más pobres cocinan. No es un hecho aislado. Los desechos de 1,5 millones de palestinos se están vertiendo al mar sin depurar. Con el verano a punto y la playa como refugio contra el calor, las autoridades sanitarias han advertido del riesgo de epidemias e infecciones gastrointestinales.

SIN DEPURAR Cada día se vierten en el litoral mediterráneo de Gaza entre 50 y 60 millones de litros de aguas negras para evitar que salgan a la superficie en las áreas residenciales. Hasta que Israel endureció el bloqueo, las aguas del alcantarillado se bombeaban a las depuradoras, donde eran tratadas antes de ir al mar.

Pero desde hace cuatro meses, los continuos cortes de electricidad por las restricciones israelís de combustible, la escasez de cloro para la depuración y la falta de piezas de recambio para las plantas de tratamiento han colapsado el sistema. "La situación es desastrosa. Tenemos cuatro estaciones bombeando aguas fecales en el mar. La polución está dañando la vida marina y amenaza la salud pública", explica a este diario Maher el Najjar, director adjunto de la Autoridad del Agua en Gaza.

En el Hospital Shifa se advierten las primeras consecuencias. Crece el número de pacientes con diarrea y vómitos, especialmente niños, según el doctor Eihab Hindi. Es difícil aún calibrar el problema porque hasta la semana pasada no comenzaron las vacaciones escolares. "Estamos preocupados porque si no se toman medidas podría desatarse hasta una epidemia de cólera", afirma el doctor. Los pescadores, para evitar la contaminación del litoral, tienen que faenar mar adentro. Pero Israel solo les permite adentrarse cinco kilómetros y si los superan, las fragatas hebreas les disparan.

Además se enfrentan a la pesadilla de la falta de combustible, que Israel limita al mínimo como castigo por el lanzamiento de cohetes contra su territorio.

LA DESTRUCCION Este mes Gaza cumple un año de fronteras cerradas. El bloqueo israelí está destruyendo todos los ámbitos de la vida. Sin materias primas que importar, no hay trabajo. Con cortes de luz y sin diésel para bombear el agua de los pozos, escasea el agua corriente (el 70% de la población recibe solo nueve horas cada cuatro días). También falta el butano.

La impresión es que Gaza retrocede en el tiempo hacia una sociedad preindustrial. En las carreteras los burros han sustituido a los taxis como medio de transporte. Israel solo permite la entrada de un 5% de las necesidades de gasolina para el transporte de la franja.

Para asegurar el funcionamiento de un mínimo de los servicios, el depuesto Gobierno de Hamás la raciona con cupones. Tienen prioridad las ambulancias, los bomberos, los agricultores, las instituciones públicas y los pescadores. Para los ciudadanos de a pie, no queda una gota. En el mercado negro el litro cotiza a 10 euros, de modo que la mayoría usa aceite vegetal reutilizado como combustible.