El Partido Laborista no decidirá su postura oficial sobre el brexit antes de las próximas elecciones generales. La controvertida y confusa estrategia de Jeremy Corbyn fue la vencedora en la conferencia anual que el partido celebra en la localidad costera de Brighton. En una discutible votación a mano alzada, los delegados votaron contra la moción en la que los proeuropeos pedían que los laboristas apoyaran la permanencia en Europa en cualquier futuro referéndum y se hiciera campaña antibrexit inmediatamente. El intento de las bases contra la dirección resultó fallido.

El brexit ha dominado una conferencia caótica en la que las disputas internas son cada vez más abiertas y feroces. Corbyn se ha visto asediado y cuestionado por militantes e importantes figuras del partido, que rechazan su plan de permanecer neutral hasta después de una elección general. Esos proeuropeos pedían hacer campaña clara y contundentemente en favor de la permanencia.

COMPLACER A TODOS / Corbyn sin embargo, que nunca estuvo muy convencido de las bondades de Bruselas, se empeña en tratar de complacer a todos sus seguidores. Millones de votantes laboristas quieren salir de la Unión Europea, pero las bases del partido y los jóvenes que alzaron a Corbyn al liderazgo están mayoritariamente a favor de la permanencia. Con su ambigüedad sobre la decisión más crucial a la que se enfrenta el país, Corbyn corre el riesgo de perder votantes en ambos lados. Unos, fugados al Partido del Brexit y otros, a los liberales demócratas, claramente a favor de seguir en Europa.

Nada pues se mueve pues por ahora en la línea oficial del partido. Si los laboristas ganan las elecciones celebrarán un referéndum en el plazo de seis meses y será en una conferencia especial cuando decidan qué posición respaldarán. Corbyn tampoco ha aclarado cuál será entonces su decisión.

Hilary Benn, uno de los diputados a favor de la permanencia, no ocultó su frustración. «En unas elecciones, la gente pregunta a los candidatos, partidos y líderes políticos cuál es su punto de vista en el asunto más importante», señaló a la BBC. «Creo que es difícil ver cómo puedes hacer frente a esas preguntas, que van a plantear periodistas y millones de votantes».

Detrás de las divisiones sobre el brexit se esconde una batalla interna por el poder entre corbynistas y quienes están cada vez más insatisfechos con un líder que, a tenor de los sondeos, parece incapaz de ganar la próxima elección. Unos comicios que pueden estar a la vuelta de la equina.

MÁS GASTO PÚBLICO / John McDonnell, el poderoso responsable de la cartera de Finanzas en el gobierno en la sombra y aliado de Corbyn, rechazó las continuas referencias a la guerra civil en el laborismo: «No hay que confundir democracia con división». El canciller de la Hacienda quiso subrayar que «lo que estamos teniendo es un debate honesto».

La del lunes fue una jornada centrada en los planes económicos. Los laboristas irán a las urnas prometiendo una subida de impuestos, el aumento del gasto público, un programa de nacionalizaciones y el forzar a las grandes corporaciones a repartir acciones entre sus empleados. En su discurso, McDonell indicó que un futuro Gobierno laborista «movilizará recursos financieros a una escala no vista desde la reconstrucción de la postguerra».

McDonell, que lleva décadas abominando del capitalismo y el libre mercado, indicó que los laboristas devolverán a los trabajadores, «plenos derechos sindicales» y anunció una futura reducción de la semana laboral a 32 horas en el plazo máximo de diez años.

De acuerdo con la Oficina Nacional de Estadísticas, la jornada actual está en torno a las 37 horas semanales. Desde la patronal se advirtió que sin aumento de la productividad, ese recorte de jornada se traduciría en pérdidas para muchos negocios. Los laboristas crearán también un consejo de inversión sostenible al que destinarían el equivalente a 285.000 millones de euros.