En los días posteriores a los disturbios de Urumqi que causaron 184 muertos, la prensa encerrada en el mismo hotel se solía preguntar: ¿qué estará pasando en Kashgar? Si en Urumqi la proporción étnica es paritaria, en la legendaria Kashgar los uigures forman una mayoría del 80%. Además, en el sur rural la frustración es mayor que en el norte urbano. Organizaciones de uigures en el exilio hablaban de revueltas con cientos de muertos en Kashgar y cualquier periodista era expulsado de inmediato.

Este redactor llegó el domingo, tras muchos quiebros y con suerte, para confirmar que en Kashgar no pasó nada. Otra prueba de que la censura se le vuelve en contra a China. Apenas hubo una pequeña concentración frente a la mezquita por la libertad de los detenidos, diligentemente disuelta. Pekín inundó las calles de tropas tras la primera explosión de violencia en Urumqi.

Miles de soldados

Sin embargo, Kashgar parecía vacía de soldados el domingo. El misterio se resolvió frente a la mezquita Id Kah, una de las mayores de Asia: estaban todos ahí. Eran miles, formando un doble anillo alrededor del templo, con recio material antidisturbios a más de 40 grados. En Kashgar siempre han abundado los confidentes. La tensión es mayor estos días que de costumbre. Una conversación política sincera es quimérica. Ni siquiera accede un neozelandés que regenta un restaurante. A cambio, cualquiera con pinta de periodista extranjero se tropieza con quien te invita a un té en su casa y te sirve una versión cercana a la oficial, o equidistante.

Abdul es guía turístico: "China ha desarrollado Xinjiang, pero ahora debería dejarnos volar solos, como el padre a sus hijos. Aquí no ha habido sangre porque sabemos que el problema no es con los vecinos han sino con el Gobierno. Si no cambia su actitud, el problema no acabará".

Kashgar pugna por recuperar el pulso diario. El domingo es preceptivo acudir al mercado de animales. El pasado domingo languidecía con apenas una docena de vacas. Un uigur de barba afilada se lamentaba tras vender una por 7.000 yuanes (unos 700 euros). El Mercado del Domingo es el mayor de Asia y el más deliciosamente caótico. Aquí acuden 10.000 campesinos con su mercancía en burros, caballos, motos o carritos. La mayoría de los puestos había bajado la persiana. El Gobierno avisó de que estaría cerrado y solo acudieron los comerciantes de la ciudad.

El mercado es el legado de lo que Kashgar fue en su día: el punto final de la mayor ruta comercial de la historia, el nexo entre Asia y Europa. Aquí llegaba la mercancía cargada en camellos tras atravesar las cordilleras del Pamir y el Karakorum o el desierto de Taklimakan. Entre los siglos IX y XV, la Ruta de la Seda unió Antioquía, Constantinopla, Persia, Samarcanda y China. La apertura del transporte marítimo marcó el inicio de la decadencia de Kashgar. Aún conserva algo: su comercio y la variada fisionomía de su población.

Descontado el barrio uigur, Urumqi es una ciudad china. Kashgar es la antítesis. Los hombres van tocados con el gorro musulmán y las mujeres se tapan como en Afganistán. Uigures y han estiran la historia a su antojo, pero la realidad cotidiana dificulta pensar en Kashgar como china. La cultura uigur resiste.