Argentina cumple mañana 200 años y, desde el pasado sábado, millones de personas participan de unas celebraciones que llegarán al momento más emotivo mañana. Bajo un cielo plomizo, como dicen que fue aquel 1810 en el que se inició el proceso de independencia, los argentinos salen a la calle a abrazar la promesa de un futuro mejor. En la superficie del presente, lo que florece es la división. Y a lo lejos se divisa un horizonte de mayores enfrentamientos políticos.

Mientras Cristina Fernández de Kirchner se muestra orgullosa de ser "la presidenta del bicentenario", que tiene en la imponente Avenida 9 de Julio de Buenos Aires su principal centro de encuentro, la oposición ha decidido dar la espalda a los fastos.

La 9 de Julio se ha convertido en el gran parque temático de Argentina. Por esta avenida han desfilado los militares por primera vez desde que se recuperó la democracia, en 1983. La misma avenida en la que el Estado homenajea hoy a las madres de los desaparecidos durante los años de la última dictadura.

Las celebraciones de 1910 encontraron a Argentina ocupando el octavo lugar en el mundo. Un siglo más tarde, se ha llegado al puesto 57. El kirchnerismo se presenta como el refundador del país, y aspira a seguir gobernándolo después del 2011.

En 1910, en las calles de esta ciudad se escuchaba un coro de lenguas. Un 30% de los que habitaban Buenos Aires eran extranjeros. Las sucesivas crisis que atravesó el país, y que tienen como claro punto de inflexión el golpe de Estado de 1930, invirtieron la tendencia. Argentina fue expulsando a los hijos y nietos de aquellos emprendedores.

La historia argentina es, también, la de sus fracturas. Se está a favor o en contra del caudillo decimonónico Juan Manuel de Rosas. Hubo un tiempo en el que el nombre de Juan Domingo Pe- rón no se podía pronunciar: así lo estableció el decreto de la Revolución Libertadora que lo derrocó en 1955. En 1966, una dictadura hizo del catolicismo confesional su bandera. Y otra, en 1976, superó en crueldad y destrucción los 6 golpes anteriores.

En el 2001, la economía tocó fondo. La debacle provocó, ade- más del deterioro social, una corriente en contra de los dirigentes políticos que se resumió en la consigna "que se vayan todos".

CONSENSO FRAGIL La era de los Kirchner ha permitido a Argentina volver a despegar económicamente. El enfrentamiento del Gobierno con los productores agropecuarios que se negaron a pagar más impuestos a la renta extraordinaria desnudó la fragilidad de los consensos, y también la matriz productiva: como hace un siglo, el país sigue dependiendo del campo. Ya no solo de vacas y trigo, también de soja.

En las puertas del bicentenario, los argentinos se sienten más argentinos, entre otras cosas porque la selección de fútbol puede regresar de Suráfrica con la copa. Y esa es una de las identidades inquebrantables: el momento en el que los odios se disipan para gritar un gol.