Una riada humana dijo ayer adiós en las calles de Buenos Aires al expresidente Néstor Kirchner. El cortejo fúnebre fue seguido por un aluvión de gente guarecida bajo sus paraguas, cubierta por banderas argentinas que se agitaron en las aceras de uno y otro lado al paso de la caravana. Los restos fueron subidos a un avión y, tras dos horas, llegaron a Río Gallegos, su ciudad natal.

La viuda estuvo al lado del féretro casi todo el tiempo que duró el funeral de Estado en la sede del Gobierno. La arropaban homólogos de toda América Latina y una nutrida representación internacional en la que figuraban el expresidente español Felipe González y la ministra de Exteriores, Trinidad Jiménez.

Las exequias han tenido un impacto emocional que promete ser tan duradero como polémico. Los cientos de miles de argentinos que salieron a las calles no estaban en los cálculos de los encuestadores, que asignaban al exmandatario una mala imagen. Ni siquiera los más sumisos imaginaron hasta qué punto había calado en parte de la sociedad la figura de su líder.

Cuando pasen los días, aflorarán con otra vehemencia las discusiones sobre su papel en la historia. El debate sobre el futuro del kirchnerismo será también intenso. ¿Cómo gobernará Cristina Kirchner el año que le queda de mandato? El matrimonio constituía una sociedad política.

"¿Quiénes serán sus asesores, ahora que el gran consejero ya no está?", se interrogó La Nación. Néstor Kirchner se encargaba de negociar y disciplinar con la caja (el dinero público) a los gobernadores y barones de la periferia que forman el peronismo.