"He ordenado a los servicios de seguridad que lancen un ataque implacable contra la Yihad lslámica y sus líderes". La orden del primer ministro israelí, Ariel Sharon, después del atentado suicida del martes pasado en Netania --en el que fallecieron cuatro israelís-- se tradujo ayer en la reocupación de la ciudad cisjordana de Tulkarem y la reanudación de los asesinatos de dirigentes de la Yihad.

Además, Sharon ordenó el cierre de los territorios ocupados palestinos y suspendió temporalmente las negociaciones con la Autoridad Nacional Palestina (ANP) para coordinar la próxima evacuación de las colonias judías de la franja de Gaza.

La enorme zanahoria del desalojo de los asentamientos israelís, previsto para agosto, es lo único que impide en estos momentos que se hable de parálisis, si no de crisis, del proceso de paz entre palestinos e israelís. El optimismo y las circunstancias --algunas reales, otras artificiales-- generadas tras la muerte de Yasir Arafat, la elección como presidente de la ANP de Mahmud Abbás (alias Abú Mazen ) y la tregua decretada en Egipto ya han desaparecido.

FRENTE INTERNO Del lado israelí, la atención se centra en el frente interno que ha abierto la extrema derecha, mientras las negociaciones con la ANP sobre el traspaso de la seguridad de las ciudades cisjordanas están atascadas desde antes del ataque de Netania.

Del lado palestino, Abú Mazen se encuentra en una posición más débil de lo habitual desde que sustituyó a Arafat. Israel le acusa de forma cada vez más abierta de fracasar en su política de apaciguamiento de los grupos armados. La tensión aumenta cada día. Ayer, en un día rutinario, hubo un policía palestino muerto en la reocupación de Tulkarem y alrededores, un atentado con bomba fallido contra un bus en Cisjordania, tiros contra soldados en Gaza y la desactivación de una bomba en la franja por parte del Ejército israelí.