Ariel Sharon cogió ayer el toro de los escándalos de corrupción por los cuernos y, acosado por el preocupante descenso en la intención del voto que indican los sondeos, ofreció una rueda de prensa para explicar su versión de los hechos. Una versión poco convincente, ya que el primer ministro se escudó en sus hijos y dedicó gran parte de su intervención a cargar contra el Partido Laborista y su líder, Amram Mitzna.

"No sé exactamente qué ha sucedido en este asunto, ya que fue gestionado por mis hijos, pero fue gestionado con honradez", afirmó Sharon en referencia al caso destapado por el diario Haaretz, quien informó de que el ciudadano surafricano Cyril Kern entregó 1,5 millones de euros (259 millones de pesetas) a sus hijos para devolver contribuciones ilegales a la campaña de las primarias de 1999 de Sharon.

El líder del Likud reconoció que su hijo Gilad recibió el préstamo de Kern, "un antiguo amigo de la familia que no tiene ni ha tenido negocios en Israel", pero rechazó que haya habido irregularidades, y anunció que pronto lo probará. "El Partido Laborista trata de herirme a través de mis hijos, acusando a Omri de mafioso y a Gilad de fraude", dijo. Sharon acusó a Mitzna de ser objeto de dos investigaciones policiales y de actuar de manera "irresponsable" cuando Israel se enfrenta "a una guerra contra el terror y en vísperas de una guerra en Irak". "Mitzna quiere llegar al poder a través de la mentira", remachó Sharon su estrategia del ventilador.

RETRANSMISION INTERRUMPIDA

La retransmisión en directo por todos los canales de televisión israelí de la rueda de prensa fue interrumpida por órdenes del Comité Electoral Central, ya que consideró que vulneraba la ley electoral que prohíbe la retransmisión de propaganda electoral excepto en los espacios gratuitos.

La aparición de Sharon tenía como objetivo detener el descenso en la intención de voto del Likud que muestran las encuestas a causa de los casos de corrupción. En algunos sondeos la caída es de 10 puntos.

El nerviosismo es obvio en el partido derechista, donde hasta hace unos días reinaba la convicción de que el 28 de enero van a celebrar una aplastante victoria.