"Sólo ganaremos si seguimos siendo fuertes en el centro de la sociedad. Tenemos que conservar la confianza del centro". Escuchar con atención el discurso de Armin Laschet en el congreso de la CDU del pasado sábado es una buena forma de comenzar a conocer al nuevo presidente democristiano. Gracias a él, el hombre de centro que promete continuismo con la herencia de Merkel acabó imponiéndose a su principal rival: Friedrich Merz, un antiguo enemigo de la cancillera que prometía un giro a la derecha del partido.

En uno de los primeros pasajes del discurso ante un congreso sin delegados -se celebró de manera digital a causa de la pandemia-, Laschet recordó de dónde viene: su padre fue un minero de Aquisgrán. Allí nació Laschet el 18 de febrero de 1959, en una ciudad mediana cercana a la frontera con Francia, en Renania del Norte-Westfalia, el estado industrial y más poblado de Alemania del que hoy es primer ministro.

"Tal vez no sea el hombre de la escenificación perfecta, pero soy Armin Laschet y en ello pueden confiar", fue una de las últimas frases que pronunció en su intervención, cargada de referencias personales, cercanía y emoción. Analistas consideran que el discurso fue clave para su victoria final en el congreso. Las intervenciones de sus rivales Friedrich Merz y Norbert Röttgen fueron más clásicas.

Padre, católico y hombre de consenso

Jurista de formación, experiodista, católico, casado y padre de tres hijos, la biografía política de Laschet muestra la evolución lógica de un representante público que ha pasado prácticamente por todas las instancias posibles antes de llegar al máximo cargo dentro de su partido de toda la vida: fue concejal por la CDU en su ciudad natal, diputado federal y europeo, ministro regional y federal, hasta convertirse en primer ministro de su estado, donde actualmente gobierna con los liberales del FDP.

Francófono y europeísta, es considerado un hombre de consensos, en línea con la herencia política de Merkel. Se niega a abrazar la polarización política para ganar elecciones. "Algunos dicen que hay que poder polarizar. Y yo digo que no. Polarizar es fácil, lo puede hacer cualquiera. La receta es conocida: tomar el veneno y esparcirlo digitalmente por todos lados", dijo en su discurso del sábado. En él se refirió expresamente a Trump y al asalto al Capitolio de EE.UU. "Tenemos que poder integrar, mantener cohesionada a la sociedad y unir en ella a personas muy diferentes. Eso es un trabajo duro".

División y perfil propio

Laschet necesitará esa capacidad integradora para unir a las dos principales corrientes que cohabitan dentro de su partido: la que apostó por la continuidad merkeliana que él representa y la que votó por el giro derechista encarnado por Merz. La victoria de Laschet fue ajustada -por 55 votos de un total de 1.001 delegados-, lo que demuestra que la CDU afronta dividida el adiós político de Merkel.

El nuevo presidente democristiano se enfrenta a tres grandes y urgentes retos: pacificar la CDU con la vista puesta en las seis elecciones regionales y las federales que Alemania enfrenta este 2021; mantener a su partido entre el 35 y el 40% de intención de voto a nivel federal; y ensayar un equilibrio entre su lealtad a la herencia de Merkel y la construcción de un perfil político propio con el que, eventualmente, podría asumir la candidatura a la cancillería para suceder a Merkel.

El precedente más cercano no es precisamente alentador: la presidenta saliente de la CDU, Annegret Kramp-Karrenbauer, fue incapaz de cumplir con la misión que le encomendó Merkel y tuvo finalmente que dimitir. La crisis de Turingia, en la que la CDU y la ultraderecha de AfD votaron de la mano a un primer ministro regional del minoritario FDP, fue el detonante final y también un aviso a navegantes.

"Antes de venir aquí, mi padre me dio su chapa de identificación como talismán", dijo Laschet al final de su discurso a los delegados de su partido mientras mostraba a la cámara la placa con el código 813A1 con el que su padre bajaba a la mina para que pudiera ser identificado en caso de accidente. Fue un giro de guion afortunado que le trajo el golpe de suerte final para ganar. Una suerte que va a seguir necesitando en la singladura política que acaba de iniciar.