Bajo la amenaza de perder sueldo y complementos, los miembros de la Asamblea de Irlanda del Norte retornaron ayer al castillo de Stormont. Con más escepticismo que entusiasmo, el Parlamento autónomo, suspendido desde octubre del 2002, quedó reabierto parcialmente. Los gobiernos de Londres y Dublín intentan relanzar con esta fórmula la autonomía en el norte de la isla y han dado a los 108 políticos electos hasta el 24 de noviembre para designar un Gobierno permanente que asuma plenamente sus funciones.

Si para esa fecha no hay acuerdo, el Reino Unido dejará de pagar los salarios de los diputados, y, además de seguir asumiendo el mando directo de la provincia, otorgará mayores poderes a las autoridades de la Republica de Irlanda. Una perspectiva que horroriza a los unionistas.

POSIBILIDAD REMOTA A pesar de la amenaza, las posibilidades de ver restituido el Ejecutivo en seis meses son muy remotas. Lograrlo implica que los dos partidos situados en extremos irreconciliables, los republicanos del Sinn Féin y los ultrabritánicos del Partido Democrático del Ulster (DUP), lleguen a un acuerdo para compartir el Gobierno.

A su llegada a Stormont, el líder del DUP, Ian Paisley, quien sería el futuro ministro principal, dejó claro que no está en absoluto por la labor. "Quiero precisar que este partido no tendrá ninguna asociación de Gobierno con ningún partido que tenga vínculos con el terrorismo", dijo el octogenario Paisley.

El Sinn Féin consiente que Paisley, como líder del partido más votado en el Ulster, sea el jefe del Gobierno, cuyo número dos sería el republicano Martin McGuinness. "Nuestro objetivo es formar el Ejecutivo lo antes posible", afirmó Gerry Adams. La sesión inaugural duró una hora y comenzó con un minuto de silencio en memoria del adolescente católico Michael McIlveen, asesinado el 7 de mayo por una paliza de unos lealistas.