La decisión israelí de ampliar una colonia judía en la Cisjordania ocupada y de construir 1.600 nuevas viviendas en Jerusalén Este, cuyo anuncio ha coincidido con la visita del vicepresidente de EEUU, Joe Biden, ha levantado una auténtica polvareda política y ha colocado al límite las relaciones entre Israel y su aliado estadounidense. Por segundo día consecutivo, Biden volvió a arremeter ayer contra dicha decisión y reiteró que "socava la confianza que todos debemos tener para llevar a cabo negociaciones fructíferas".

La tensión desatada obligó ayer al ministro de Interior israelí, Eli Yishai, a pedir perdón "por el malestar causado". Yishai dijo que la aprobación de nuevas construcciones es un tema "técnico y rutinario" que lleva a cabo un comité de su ministerio y que él desconocía que fuera a producirse. Pero, pese a la disculpa, no hay marcha atrás.

La prensa israelí acusó ayer al primer ministro, Benjamin Netanyahu, de "torpedear" las relaciones cruciales con el aliado estadounidense. Shimon Schiffer, editorialista estrella del rotativo Yediot Aharonot, el de mayor difusión en Israel, escribió que el anuncio de las nuevas construcciones constituye un "escupitajo en la cara de Biden". Según la prensa, Biden sopesó la idea de no acudir a la cena que, el martes, Netanyahu le ofreció a él y a su esposa en su residencia. Al final optó por acudir pero llegó una hora tarde, lo que en términos diplomáticos es inaceptable.

Biden se reunió ayer con el presidente palestino, Mahmud Abbás, y reiteró el apoyo de EEUU a un Estado palestino "viable". "No hay alternativa a la solución de los dos estados", dijo.

La jefa de la diplomacia de la UE, Catherine Ashton, también condenó la decisión israelí y señaló que los asentamientos "son ilegales" y "socavan los esfuerzos para reanudar las negociaciones de paz". Mientras, el Parlamento Europeo respaldó ayer el informe Goldstone de la ONU que acusa a Israel y a Hamás de haber cometido crímenes de guerra en Gaza durante la conflagración de diciembre del 2008 y enero del 2009.