No es la de la retórica la mejor virtud de John McCain. El republicano lo sabe, y en su gran noche en Saint Paul el jueves (madrugada de ayer en España) no intentó competir en escenografía ni en labia con el espectáculo que organizó la semana antes Barack Obama en Denver.

McCain se presentó como un republicano moderado, que trabaja para su país y no para su partido, y que prevé gobernar con mano tendida a todo el espectro político.

El presidenciable republicano se apoderó del mensaje de cambio en Washington que usa su adversario, sin citar que en gran medida los problemas que denuncia se deben a ocho años de Administración de George Bush. McCain jugó la carta reformista contra los lobis y los "intereses especiales" que dominan la política de EEUU y convirtió la campaña --al prácticamente no hacer propuestas concretas y pasar de puntillas sobre la crisis económica-- en un tema de personalidad.

LAS OPCIONES Los electores, según la estrategia republicana, deben elegir entre la promesa de cambio de Obama --senador desde hace solo cuatro años, y al que presentan como inexperto y demasiado progresista-- y la propuesta de cambio de McCain, un héroe de guerra de fiar que lleva desde 1982 en el Washington que denuncia, como recordaba la campaña de Obama.