Hacia la una y media de la madrugada del 4 de septiembre, el coronel Georg Klein, jefe de las fuerzas alemanas en Kunduz, ordenó bombardear dos camiones cisterna de la OTAN robados por los talibanes que habían quedado atrapados en el río, a 6 kilómetros de una base alemana. Las fotos aéreas de las que disponía Klein mostraban a varios grupos de personas cerca de los camiones pero, según el coronel, un informador de confirmó que todos eran insurgentes. No era cierto.

La acción fue criticada desde el principio, ya que Klein se saltó la cadena de mando al ordenar el ataque. Su valoración de "peligro inminente" (que le habría dado potestad para dar la orden) no fue respaldada por la OTAN. Klein temía que los insurgentes usaran los camiones contra la base.