Los fantasmas de la rebelión chechena y el recuerdo de la ola de atentados que sacudió Moscú en otoño de 1999 reaparecieron ayer tras el descarrilamiento provocado de un tren en la línea Moscú-San Petersburgo, la noche del lunes al martes. No hubo que lamentar víctimas mortales, pero sí 60 heridos, 27 de ellos hospitalizados y tres graves.

Poco después de las 9.30 de la noche (hora local) el Nevski Express se encontraba a unos 200 kilómetros de su destino, con 230 personas a bordo. Según fuentes de los ferrocarriles rusos, "las investigaciones preliminares indican que el accidente sobrevino a causa de la explosión de un artefacto artesanal colocado en la vía", con una potencia equivalente a 2 kilos de TNT.

El incidente provocó una gran inquietud entre los ciudadanos en general y, especialmente, entre los usuarios de los ferrocarriles rusos, principal medio de transporte en Rusia. La fiscalía ordenó iniciar inmediatamente las diligencias para llevar a cabo una investigación por terrorismo, informó en el lugar de los hechos Sergueï Bednitchenko, enviado especial de la fiscalía. Hasta ahora, las autoridades no han formulado públicamente ninguna hipótesis sobre los posibles autores del atentado, pero un responsable de la policía de San Petersburgo declaró que se estaban elaborando los retratos robots de tres sospechosos.

Los habitantes del lugar donde se produjo el incidente repararon en que "tres personas que no eran de la zona estuvieron deambulando varios días antes del atentado", pero no precisaron la edad, el sexo o detalles de su origen étnico. El dato más inquietante fue el facilitado por el Ministerio de Interior. Según un portavoz, el artefacto descubierto ayer era similar al que fue utilizado contra el tren de GroznyMoscú el 12 de junio del 2005.