En la campaña electoral británica todos los pronósticos y previsiones han saltado por los aires. El fulgurante despegue de los liberal demócratas está obligando a sus rivales a cambiar de táctica e improvisar sobre la marcha. Tanto conservadores como laboristas experimentan serias dificultades para asimilar la nueva e insólita situación.

Los propios analistas políticos no saben a qué atenerse ante el vuelco de los sondeos. El partido del nuevo astro, Nick Clegg, encabezaba ayer el último, realizado por YouGov para el diario The Sun, superando incluso en un punto a los conservadores. Los liberales obtenían el 33% de los votos; seguidos de los tories , con el 32%; y los laboristas, con el 26%. Otra encuesta de The Guardian situaba a los liberales en el 30%, tres puntos por detrás de los conservadores, pero dos por delante de los laboristas.

Estos últimos datos indican que, tras la participación de Clegg en el debate televisivo del jueves, la que era tercera fuerza política hasta entonces ha ganado 10 puntos. "Sé un poco sobre lo cortas que son las lunas de miel en política", declaró Gordon Brown cuando fue preguntado por el repentino éxito de los liberales, aunque no quiso llevar sus críticas mucho más lejos.

"Hay una burbuja Glegg y lo importante es pincharla antes del 6 de mayo", clamaba en tono mucho más agresivo el antiguo presidente de los tories, Lord Tebbit. Los conservadores han cambiado un mensaje publicitario que tenían previsto emitir atacando a los laboristas por otro en el que tratan de advertir a los votantes de los peligros de un Gobierno de coalición.

David Cameron ha empezado a concentrar su artillería contra los puntos más controvertidos del programa liberal, al que hasta ahora había prestado muy poca atención. Ayer condenó como "un enorme error" la propuesta de una amnistía selectiva a los inmigrantes en situación irregular. Cameron está desoyendo a quienes desde su partido le piden que lance ataques más contundentes y personales contra Clegg. Su problema es que debe medir cuidadosamente esos ataques en asuntos como inmigración o en el tema de Europa para no desplazarse del centro político que reivindica.

SISTEMA ADVERSO El conservador advierte a los británicos tentados por el hombre que le ha arrebatado la bandera del cambio que votar a los liberales favorecería la formación de un nuevo Gobierno con Brown. Clegg negó esos comentarios. "Un voto para los liberal demócratas es exactamente eso. Es un voto por los liberal demócratas".

A pesar de su fantástica subida en los sondeos, e incluso aunque estos se confirmaran en las urnas, es casi imposible que los liberales puedan ocupar la primera o incluso la segunda posición en la Cámara de los Comunes. El sistema electoral británico juega en su contra. Con un 33% de votos, solo ocuparían 137 escaños, mientras que con el 32%, los conservadores tendrían 251 y los laboristas, 230 con solo el 26% de los sufragios. "El sistema electoral que tenemos es una locura", ha declarado Clegg, quien va camino de convertirse en el árbitro de las elecciones.