Todo estaba dispuesto para que Fidel Castro se exhibiera de nuevo ante los cubanos, para que se mostrara otra vez en la tribuna de la plaza de la Revolución, para silenciar los rumores que indican que su enfermedad es terminal; no lo hizo, y la gente en Cuba ya no sabe qué pensar.

El desfile se disuelve y media multitud se aleja por la calle Paseo, una de las avenidas señoriales de La Habana. El ánimo no es fúnebre, porque los cubanos son todo menos fúnebres, pero se intuye que la de ahora es la más complicada de todas las batallas. ¿Qué sucederá ahora?

"YO SIENTO COMO UN VACIO" Castro no aparece. Marcial y acartonado, como es y no puede evitar serlo, Raúl Castro ocupa el lugar de su hermano bajo la estatua de José Martí, y tal vez para correr una perentoria cortina de humo pronuncia un discurso en el que ofrece a EEUU resolver "diferencias" en la mesa de negociaciones. "Sobre la base de que nuestro país no tolera sombras a su independencia", añade. Media hora más tarde, la noticia aparece destacada en las ediciones electrónicas de los periódicos de medio mundo.

Fue cierto hasta ayer que cuando Fidel dice una cosa, la cumple, repiten hasta la extenuación los más fidelistas de la isla. Víctima de una fulminante hemorragia intestinal, a Castro le bastó con anunciar que volvería a la vida pública con ocasión del 50º aniversario del desembarco del Granma para convertir la fecha de ayer en una especie de cita con la historia. Delegó el poder en su hermano, pospuso las celebraciones de su cumpleaños --el número 80-- y se dejó ver en esporádicos vídeos que nada revelaron sobre su estado de salud. Pero había una promesa de por medio. Para muchos, el comandante había empeñado su palabra.

Castro no aparece. Hoy lo de menos son los aniversarios, y en los pequeños grupos que a las cuatro de la mañana se forman en las calles aledañas a la plaza prevalece el humor excitado de las grandes ocasiones. "Aparece, seguro que aparece. Yo es que cuando no está siento como un vacío". Vecina de la Habana Centro, uno de los cuatro distritos de la capital cubana cuyos habitantes estaban llamados a desfilar en homenaje al líder cubano, Ursula Fernández no está de ánimo para la duda, ni el recelo. Los altavoces que unas horas después llevarán el discurso de Raúl hasta las calles más alejadas de la plaza sueltan la voz azucarada de Silvio Rodríguez, y eso, de alguna manera extraña, le parece una garantía. "¿Sabe que cumplió años esta semana?".

También en los círculos diplomáticos de La Habana se da por sentado que el líder cubano cumplirá su promesa, unos porque consideran que la ceremonia está hecha a su medida --breve y de buena mañana, para evitar el sol-- y otros porque han visto un guiño en el discurso que el día anterior pronunció el vicepresidente, Carlos Lage, en el teatro Karl Marx. "Fidel se recupera, y muy pronto estará con nosotros".

Castro no aparece, pero en su lugar aparecen varios Castros . El desfile ha comenzado y justo por detrás del Granma --engalanado para la ocasión-- emerge un remedo de comando guerrillero que quiere recordar el germen de las actuales Fuerzas Armadas Revolucionarias. Luego vendrán el Ejército y la Armada, y todos pasarán ante la tribuna con paso marcial, pero a los barbudos les corresponde ser barbudos, y cuando caminan lo hacen con el desenfado con que lo harían si estuvieran en la selva. Rostros sin afeitar, cabellos largos, sombreros de paja en algunos casos: Fidel Castro hace 50 años.

NO A LA TRANSICION El pueblo, finalmente. Aún no es momento de melancolías y miles de banderitas cubanas se agitan detrás de una enorme pancarta que sintetiza la larga lucha de la isla contra los gobiernos estadounidenses. El imperialismo jamás podrá aplastar a Cuba . "¡Viva Fidel!", grita el locutor. "¡Viva Fidel!", responde la multitud. "¡Viva el socialismo cubano!", se escucha en los altavoces. "¡Viva el socialismo cubano!", contesta el pueblo. Pura exaltación, cero autocrítica. Si el líder cubano ha cometido errores, hoy no se habla de eso. Y tampoco de los abusos. "¡Viva Raúl", gritan todos al unísono.

Castro no aparece, pero Raúl, en su lugar, elabora una encendida diatriba contra "el enemigo imperialista", al que augura una "derrota humillante en la guerra contra el terrorismo". "El poder basado en la intimidación y el terror no dejará nunca de ser una ilusión efímera", añade. A su lado, los invitados de honor: el presidente de Bolivia, Evo Morales, ovacionadísimo el viernes en el Karl Marx; el flamante ganador de las elecciones en Nicaragua, Daniel Ortega, que dedicó el triunfo a Fidel; y García Márquez, como siempre.

Dos horas más tarde, de la ceremonia solo quedan ecos. Decenas de miles de habaneros vuelven a sus casas y se preguntan si acaban de presenciar algo más histórico que la reaparición de su líder. Tal vez ayer empezó algo nuevo, pues Cuba ya no será la misma sin Fidel.