La crisis de los refugiados ya no entiende de continentes. Lejos de ser uno de los principales desafíos del siglo para Europa, sino el que más, el fenómeno de los flujos masivos de personas en busca de una vida digna adquiere tintes globales. En las antípodas europeas, en Oceanía, Australia ha vivido esta semana sumida en una agria polémica que pone de manifiesto cómo se las gasta el Gobierno en su gestión migratoria. Nada más disuasorio que enviar a los recién llegados "ilegales" a tierra australiana -históricamente tierra de acogida-, a una isla literalmente perdida en el Pacífico a 4.000 kilómetros al noreste.

Destino Nauru, una isla que, con soberanía propia, se coloca como el tercer país más pequeño del mundo. Es paradisiaca pero, paradójicamente, alberga uno de centros de internamientos para inmigrantes más terroríficos. A cambio de una sustanciosa financiación, las autoridades de la pequeña isla, muy malograda económicamente, se avienen a ser el limbo donde Australia manda a sus refugiados mientras esperan, con poco éxito, convertirse en ciudadanos australianos de pleno derecho. La isla Manus, en Papua Nueva Guinea, es otro de los destinos.

No en vano el centro de internamiento de Nauru fue cerradoen el 2009, tras la presión de la ONU, por sus escandalosos casos de corrupción y todo tipo de abusos a los inmigrantes, incluidasagresiones sexuales a los niños. Pero la creciente presión migratoria, alimentada por las guerras en Oriente Próximo, provocaron su reapertura en el 2012.

ESCASA PRESIÓN MIGRATORIA

La presión migratoria que soporta Australia es mucho menorque la que enfrenta Europa. Los inmigrantes que pretenden pedir asilo em tierra australiana proceden, mayoritariamente de Irán,Nueva Zelanda, Sri Lanka, China, Vietnam, Afganistán y, en los últimos tiempos, Siria, como consecuencia del recrudecimiento de la guerra. Australia acoge poco más del 0,3% de los refugiados de todo el mundo, cifra que contrasta con la dureza de su gestión migratoria.

Más allá, pero, de la cuestionable política disuasoria en materia migratoria, la coalición de Gobierno de Australia, liderada por los conservadores del primer ministro Malcom Turnbull, maneja desde principios de año una patata caliente que está provocando protestas generalizadas en las principales ciudades australianas, desde Sidney a Camberra, pasando por Melbourne.

La justicia australiana ha avalado la decisión del Gobierno dedevolver a la isla de Nauru a 267 demandantes de asilo enfermos que habían sido trasladados a Australia para recibir tratamiento médico. Entre los afectados, pacientes terminales deenfermedades graves como cáncer, se encuentran 37 bebés y54 niños y una docena de mujeres víctimas de violencia sexualen el centro de internamiento. Muchos de estos recién nacidos que pretenden retornar a Naburu han nacido en suelo australiano.

'BABY ASHA'

Una niña que se acerca al año, famosa ya en toda la Australia como'Baby Asha', se ha convertido en el estandarte de la denuncia de la cruel política del Gobierno. De padres bangladesís, nació en un centro de internamiento de Melbourne y, con cinco meses, fue enviada junto a su familia a la isla de Nauru.Su fotografía, acompañada del lema 'Te queremos de vuelta', se ha hecho ya indispensable en las cada vez más multitudinarias concentraciones en contra del Gobierno por su política migratoria.

“Del primer ministro depende actuar decentemente y dejar que a las personas afectadas permanecer en el país”. El que apela a la decencia del jefe de Estado es el director de Human Rights Law Center (HRLC), Daniel Weeb que, asegura, "no hay nada decente y respetuoso en sacar a los niños de sus clases y condenados a por vida al limbo de una pequeña isla".

"SEVERAMENTE TRAUMATIZADAS"

Y la advertencia de la ONU, en boca del Comisario para los Derechos Humanos, Benyam Mezmur, es contundente: “Deportando a estas 267 personas, el Gobierno australiano está en riesgo de contravenir la convención contra la tortura y el trato cruel". Naciones Unidasargumentó hace tan solo unos días de que devolver a estos inmigrantes a Nauru puede dañar todavía más su salud física y mental porque el centro no está preparado para responder a las necesidades de personas “severamente traumatizadas”.

La movilización ciudadana para impedir la deportación a Nauruse extiende por todo el país. Un heterogéneo conglomerado deasociaciones pro-derechos humanos han hecho suya la causa y hasta una decena de iglesias anglicanas, al frente de las cuales se encuentra el deán anglicano de Brisbane, Peter Catt, se han ofrecido para dar cobijo a los tres centenares de inmigrantes afectados.

La oposición política también está haciendo de la política migratoria del Gobierno un caballo de batalla. La senadora deLos Verdes, Sarah Hanson-Young, ha pedido al ministro de inmigración Peter Dutton que saque a 'Baby Asha' -y con ella a todos los bebés nacidos en Australia- del centro de internamiento de Nauru. "Es horroroso que 'Baby Asha', nacida en Australia, esté detenida en Nauru", aseguró la senadora para añadir: "El trauma experimentado por su familia es cruel y el Gobierno debe devolverla a Australia inmediatamente".

UN HOSPITAL DE BRISBANE RECHAZA ENTREGAR A UN BEBÉ DE UN AÑO

Cientos de manifestantes se agolparon el sábado frente a un hospital de Brisbane para apoyar a los médicos que se han negado a entregar a un bebé de un año al que han atendido para evitar que sea trasladado al centro de confinamiento de la isla de Nauru.

El centro hospitalario Lady Cilento informó de que el paciente, ingresado tras sufrir graves quemaduras en el centro de internamiento de Nauru, no será entregado a las autoridades hasta que no se garantice un destino "idóneo".

El portavoz de la organización proderechos humanos GetUp, Ellen Roberts, argumentó que han pedido al primer ministro australiano, Malcom Turnbull, que permita a la familia "quedarse". El Gobierno mantiene la necesidad de seguir aplicando el confinamiento en la isla para los refugiados que intentan alcanzar Australia de forma ilegal.